Los Emmy fueron más un banquete que una gala. Entre gambas, burbujas y lentejuelas se repartieron premios, récords y algún susto de cremallera. Hollywood tiene eso: lo mismo te da 13 Emmys en una temporada que 181 kilos de marisco en una cena.
El drama del año fue The Pitt (HBO | Max), con Noah Wyle y Katherine LaNasa como reyes del guiso dramático.
Pero la comedia la cocinó The Studio (Apple TV+): 13 Emmys. Récord absoluto para una debutante. Seth Rogen pasó de fumar en pantalla a coleccionar estatuillas, con Evan Goldberg de pinche de dirección y guion.
Adolescence (Netflix) arrasó como postre inesperado. Stephen Graham, Erin Doherty, Philip Barantini y un niño de 15 años —Owen Cooper— que ya tiene Emmy antes que barba.
Los premios entraban mejor con copa en mano. Decoy sirvió vinos como si fueran secundarios con mucha clase. Franciacorta puso las burbujas. Johnnie Walker sacó cócteles con nombre de guion:
- The Director’s Cut: un Old Fashioned vestido de gala.
- The Showrunner: espresso martini con insomnio incluido.
- The Nominee Nightcap: spritz de whisky con sabor a victoria (o a derrota elegante).
Y entre copa y copa, FIJI Water refrescó gargantas con botellas recicladas. Porque hasta el glamour tiene que hidratarse.
El banquete de la Governors Gala
La gala posterior fue un exceso calculado. Se sirvieron 181 kilos de gambas y lo mismo en atún. 136 kilos de ribeye convertidos en 3.000 bocadillos. 21.000 berries, 41 litros de leche de coco y 14.500 postres que parecían diseñados para Instagram.
Los chefs Jet Tila, Mei Lin y Lee Anne Wong pusieron el acento gourmet: ternera braseada marroquí, brochetas con harissa, shrimp toast y chicken wraps. Y de postre, helados tipo sundae y Ding Dongs. Hollywood puede ser sofisticado, pero nunca olvida la bollería industrial.
Vestidos de gloria y catástrofe
En la alfombra roja hubo más drama que en Succession.
Jenna Ortega apareció cubierta de perlas, como un joyero explotado. Carrie Coon fue una Elsa de Chanel en azul hielo. Sydney Sweeney lució un rojo Oscar de la Renta con 175 quilates de diamantes: collar, pendientes, anillos… brillaba más que la propia estatuilla.
Hunter Schafer apostó por un magenta de McQueen, pura escultura en movimiento. Lisa de Blackpink llegó envuelta en rosa algodón de azúcar, un vestido que parecía pensado para un videoclip más que para un premio.
Pero no todo fueron aplausos. Charlotte Le Bon se perdió en un Courrèges metálico que la transformó en la heroina de una serie futurista. Y esas botas beis, mejor olvidarlas. Y Krys Marshall vivió la pesadilla real: su vestido reventó por la cremallera y tuvo que coserse en backstage. Glamour de reality, más que de gala.
Cotilleos de pasillo
Ayo Edebiri, gran ausente, dejó la alfombra sin su chispa. Y Supriya Ganesh confesó que la paran más en chándal en el súper que con vestido de gala. Bendita fama incómoda.
Los Emmy 2025 fueron un cóctel de récords, gambas por toneladas y diamantes que pesaban más que los discursos. Un desfile de moda imposible, cócteles con guion y series que se convierten en religión de la noche a la mañana.
Hollywood sigue igual: un lugar donde puedes ganar un Emmy, perder la cremallera y cenar ternera marroquí, todo en la misma noche.
