Seguimos narrando la historia del vermut. Después de la época antigua, donde Hipócrates marca el punto de inflexión, entramos en la Edad Media.
Las representaciones del mundo de la vid en muchas iglesias, son alusiones muy evidentes al mundo de vino. Una época en la que tenemos muestras del calendario anual. Aquí los estadios y labores de la vid aparecen en sitios tan emblemáticos como San Isidoro de León. Son alusiones frecuentes, en estas imágenes pictóricas, a la poda y la vendimia.
Hildegarda de Bingen (1098-1179), abadesa, mística y médica, redactó varios libros. En ellos afirmaba con vehemencia las virtudes del ajenjo macerado en vino. Vino, ajenjo y miel eran suficientes para solucionar problemas renales, oculares, digestivos y combatir el decaimiento.
El Tesoro de los Pobres (1238-1311), habla de que el ajenjo viene a representar la hierba que denominan como “la madre de todas las hierbas”.
Más adelante Robert de Nola, en su libro “Llibre del coch”, impreso en el siglo XVI en Barcelona y considerado el primer libro de recetas de cocina editado en España, hace referencia al Hipocrás y la Clarea. El Hipocrás, era una bebida muy popular en Europa, durante la Edad Media y hasta el siglo XVIII. Sus ingredientes eran, vino, miel y una mezcla de especias, como nuez moscada, canela, clavo, jengibre, etc. Según Robert de Nola, el vino debía ser la mitad blanco y la mitad tinto. Oliver de Serres (1539-1619), no nombraba el tipo de vino, sino más bien la calidad del vino. Comentaba que cuanto mejor fuera su calidad, mejor sería el elixir.
En 1542, Costantino Cesare, en su libro “De notevoli et utilissimi ammaestramenti dell’agricoltura” (Enseñanzas notables y muy útiles de la agricultura), incluye la receta del vino con absenta, para fines terapéuticos y curativos.
En el libro de ficción de Girolano Ruscelli (1500-1566), “De’secreti del revendo donno Alessio Piamontese”, aparece la palabra “WERMUTKRAUT”, refiriéndose al ajenjo. Podríamos decir que es la primera referencia al vermut de la historia.
Hay estudiosos que sitúan el nacimiento del vermut en Bulgaria. Allá en la zona de los Balcanes, con una bebida llamada poli.
El origen del vermut rojo, tal y como lo conocemos hoy, aparece en Italia. Hay dos personajes a los que se atribuye esta creación. El primero es Giovanni Cosimo Villafranchi, médico y botánico florentino. Escribe, en 1773, un libro llamado Oenología toscana, donde aparece un licor, en el que mezcla vino con absenta, el absinthiamtum o absinthianumvinum.
El segundo es Antonio Benedetto Carpano, un turinés que creó una mezcla de vino blanco, moscatel del onto y una infusión de treinta productos botánicos. Lo creó para complacer a las mujeres que visitaban las tabernas y no les gustaba el vino áspero y seco que solían servir. A partir de ahí, Carpano fue autorizado a vender y comercializar el vermut, siendo una marca que se sigue elaborando en nuestros tiempos.
En la Francia de 1813, Joseph Noilly, crea un vermut blanco, seco, con un tercio menos de azúcar que los rojos italianos.
El primer vermut elaborado al estilo italiano en España, fue de la mano de Augustus Perucchi (vermut que aún se sigue comercializando), apenas trece años después de que la empresa Martini & Rossi abrieran su fábrica en Turín.
Desde finales del siglo XIX las variaciones en las elaboraciones han sido infinitas y yo os invito a que las probéis todas. Hay joyas increíbles esperando a ser descubiertas.
El vermut ha sido, y es, una maravillosa bebida aperitiva, amada por muchos y repudiada por otros. Alquimia en estado puro, bebida de brujas y magos. Medicina y placer a partes iguales.
El vermut es, y será, milenario por siempre. Así que