La revista de los amantes del buen vivir

spot_imgspot_imgspot_imgspot_img
HomeNoticiasDestiladosTu bisabuela ya lo bebía (pero sin hashtags)

Tu bisabuela ya lo bebía (pero sin hashtags)

Publicado

Nos quieren vender el kéfir como si lo hubiese parido una influencer rusa después del yoga. La ginebra como si fuera el elixir de las start-ups. El vermut como si lo hubiera inventado Malasaña en una barbería con palets. Pero no, cariño. Todo esto lo bebía tu bisabuela. Con moño, delantal y cinco hijos berreando. Sin playlist, sin reels, sin la pose. Ella sí sabía beber.

Ginebra: de tónico a tragicomedia

Ahora te la sirven con pétalos de hibisco, pepino ecológico y camareros que te guiñan el ojo como si fueras a darle propina en bitcoins. Pero la ginebra no es de ahora. La ginebra es de antes. De cuando los ingleses se peleaban en los callejones con una garrafa en la mano y el hígado a punto de dimitir.

Tu bisabuela lo sabía. Lo tomaba en fiestas de guardar o en bodas donde el cura ya iba servido. Y tú te crees La maravillosa Sta. Maisel, con tu copa de balón y tus zapatos de charol, pero en realidad estás más cerca de Gossip de Måneskin: puro ruido y drama fashion.

Y si vas a beber ginebra, hazlo bien: prueba Dry Complvto de Madrid, que sabe a verdad, a ciudad, a historias y a secretos.

Kéfir: probiótico de guerra

El kéfir no es moderno. Es tan viejo como Matusalen. Lo inventaron unos pastores del Cáucaso, o unos hongos mágicos, o Dios en un día creativo (según qué influencer consultes). Pero en España lo conocían bien las abuelas con úlcera y los señores del campo con el estómago torcido.

Ahora lo bebes en un bol de coco con semillas de chía y cara de Phoebe Bridgers en Motion Sickness: esa tristeza estilizada de quien ha leído dos frases de autoayuda y ya se cree terapeuta.

Si vas a tomar kéfir, toma el de verdad. Biobética hace uno de leche ecológica que no sabe a yogur de mentira, sino a verdad rural.

Kombucha: vinagre con glamour

La kombucha huele a zapato mojado, pero cuesta como un Borgoña. Nos la vendieron como elixir detox, pero es lo que tu bisabuela llamaba vinagre. Vinagre con aspiraciones.

Tú crees que tomas salud embotellada, pero estás protagonizando un capítulo de Bronca, esa serie donde nadie se entiende, todo es tensión, y el final te deja mal cuerpo. Como la kombucha.

¿Y el soundtrack? Seventeen Going Under de Sam Fender, porque beber esto es como tener 17 y darte cuenta de que la vida es agria. Como este trago.

¿Una que no engaña? Soul K Kombucha. Tiene sabor a yuzu, diseño de festival escandinavo, y fermento de verdad.

Vermut: lo sabías antes de saberlo

Antes era el trago de los domingos con sifón. Ahora es el nuevo brunch, pero sin aguacate. El vermut, querida, no lo descubrió Malasaña ni los hipsters con camisa de leñador. Lo bebía tu abuela para coger hambre. Y para olvidar.

Te crees único por pedirlo con hielo gordo y rodaja de naranja, pero eres solo un personaje más de Only Murders in the Building: ese trío de modernos veteranos que quieren resolver un crimen entre canapé y copa. Y la única pista eres tú, intentando entender qué lleva tu vermut de autor.

Mejor hazlo bien: El Bandarra para la pose, Martínez Lacuesta Reserva para la misa, y Bocamanga en barrica para los que saben y no necesitan decirlo.

Y si te pones Cherry de Jungle, que suena a aperitivo bailongo con gafas de sol, aún mejor.

Ajenjo: ni sabías que existía

Ajenjo. Absenta. El trago que nadie bebe, pero todos fingen conocer. Dicen que lo tomaba Van Gogh. Que inspiraba poemas. Que te hacía hablar con las lámparas. Lo cual, con suerte, solo te pasa en Malasaña a las tres.

Ahora vuelve. En copas art déco, con cucharilla de plata y camareros con bigote de opereta. Pero tú no eres Verlaine. Tú eres un extra de Penny Dreadful jugando a la bohemia con My Body Is A Cage de Arcade Fire de fondo.

¿Marca real? Absenta Serpis, de Alicante. No es verde neón ni tiene hadas dentro. Pero te deja pensando. Como las decisiones malas.

Hidromiel: la bebida de los que nunca bebieron agua

Te crees vikingo porque tomas hidromiel. Pero tu bisabuela también lo hacía. Le llamaban “vino de miel”, y lo tomaban en ferias, fiestas o cuando se acababa todo lo demás. Era dulce, espeso, y sabía a pecado.

Ahora lo bebes en mercados medievales, en ferias frikis, o porque viste The Last Kingdom y te crees Uhtred, hijo de Uhtred, pero solo eres tú con sandalias y ganas de algo que no sea cerveza.

Y suena The Motherload de Mastodon, porque esta bebida no pide permiso. Ni explicación.

¿Una real? Valhalla Hidromiel, hecha en Valencia. Tiene versión con canela. Tiene pegada. Y tiene historia.

Tu bisabuela no tenía stories. Ni etiquetas. Ni un feed. Tenía ganas de vivir. Bebía kéfir para curarse. Vermut para hablar. Ginebra para olvidar. Absenta si había poesía.

Y tú, que has hecho del brunch una religión y del kéfir un dogma, solo necesitas una cosa: sentarte, callarte, y brindar.

Por ella. Por todo lo que sabía. Y por todo lo que tú, entre filtros y florituras, aún estás aprendiendo.

spot_img

Últimos artículos

Hola Forastera, entre malvasías y guitarras gomeras

No hay western sin forastera. Pero esta vez no llega a caballo ni busca...

De Copas de Jerez, fideguás y vasos de ginebra va el mundo

El mundo arde, pero tú sírvete otra copa. Que el viernes es el Día...

Kosmic Kitty Wines, el vino que Grogu bebería

No sabemos si los de Kosmic Kitty Wines han venido de otra galaxia, del...

Destilados al volante, y su actualidad mundial

Si pensabas que los destilados se tomaban vacaciones este junio, agárrate la copa porque...

Consejos de cocina que valen más que mil TikToks (y que vienen de quienes sí saben)

Hay cosas que se aprenden en la vida: no metas un tupper caliente al...

El retiro, la feria del libro y después, de aperitivo

El Retiro no es un parque. Es un manifiesto verde. Un país dentro del...

ARTÍCULOS RELACIONADOS