En esta vuelta al mundo, subo al tren con la maleta vacía. Nada de ropa, ni de guías turísticas. Solo un cuaderno, un vaso limpio y la certeza de que los mejores relatos no están en las bibliotecas, sino en la búsqueda de destilados.
India: la epopeya tropical
Primera parada: India. Allí me recibe el Indri Dru, un whisky que no se anda con rodeos. Es fuerte, frutal, especiado. A 57 grados, parece un poema de Tagore recitado en plena tormenta.
Un sorbo y el calor del norte de India lo llena todo. Mango, miel, vainilla. Como si Rushdie hubiera inventado un realismo mágico líquido. Y sí, ya tiene premios que lo ponen frente a frente con Escocia.
Escocia: capítulo con niebla
El tren cruza el mar y llega a los Highlands. Me espera el Port Charlotte 10, que huele a turba y a castillos húmedos. Lo imagino en la petaca de Long John Silver, o en las sobremesas de Walter Scott.
En boca es una novela río: largo, complejo, con giros inesperados. Como un capítulo interminable que quieres releer bajo la lluvia.
Francia: el soneto perfecto
Siguiente parada: Cognac. Allí me espera un XO, como Baron Otard XO Gold Extra Old, que parece escrito por Racine. Preciso, elegante, con la cadencia de un alejandrino.
El vaso me devuelve perfumes de roble, frutas y especias, todo en armonía. Es un soneto líquido, una copa que termina en aplauso.
Caribe: aventura en hamaca
El viaje salta al Caribe. El Papa’s Pilar Flagship Blonde Rum me guiña un ojo desde la barra. Ligero, atrevido, con notas tropicales.
Cada trago es Stevenson, piratas, mares azules. Huele a guayaba y suena a tambores metálicos. Una novela de aventuras que se bebe balanceado en una hamaca.
México: mural en agave
Cruzo a México y me espera el Hornitos Plata. Transparente, fresco, con la claridad de un poema de Octavio Paz.
El Teremana Blanco es más floral, más juguetón. Mientras que Patrón Silver tiene la elegancia de un mural de Rivera: grande, contundente, lleno de historia. Todos ellos te invitan a brindar en compañía, como si estuvieras en un corrido cantado a todo pulmón.
Estados Unidos: carretera infinita
En Kentucky aparece el W.L. Weller Antique 107, bourbon salvaje, premiado y con 99 puntos en Londres.
Sabe a madera, caramelo y libertad. Una road movie en formato líquido. Hunter S. Thompson lo hubiera llevado en el maletero, entre papeles arrugados y cintas de casete.
Perú: poesía en los Andes
En Perú, el Demonio de los Andes se sirve en vaso pequeño, como un poema breve de Vallejo. Transparente, directo, con una melancolía dulce que se queda en el paladar.
Es pisco con historia, con fuerza, con eco. Cada sorbo parece una estrofa que no olvidas.
Grecia: brindis con dioses
Última parada: Grecia. Allí, la tsikoudia baja de las montañas cretenses como un mito en forma de chupito.
Platón lo hubiera servido en un simposio, entre discursos y carcajadas. Un trago que es tanto filosofía como fiesta.
La vuelta al mundo no ha sido en ochenta destilados, sino en ocho, pero cada uno de ellos ha resultado un libro abierto. La epopeya india, la novela escocesa, el soneto francés, la aventura caribeña, el mural mexicano, la road movie americana, la poesía andina y el mito griego.
Con su historia. Con su ritmo. Y juntos, la biblioteca líquida más divertida, no diría del planeta, pero quizá del día de hoy.