El vino vive un momento de contrastes. Las cosechas son más cortas, el consumo tradicional se estanca y las bodegas lidian con el cambio climático. Pero, al mismo tiempo, crecen el enoturismo, la innovación tecnológica y una nueva generación de consumidores que buscan autenticidad y sostenibilidad.
2025 no esta siendo un año fácil para el sector, pero sí uno de transformación. Donde antes solo había tradición, hoy hay datos, inteligencia artificial y experiencias inmersivas entre viñedos.
Cosechas más cortas, pero de alta calidad
La OIV ha confirmado que la producción mundial de vino caerá este año a su nivel más bajo desde 1961. En España, regiones como La Rioja, Castilla-La Mancha o Somontano han cerrado vendimias notablemente menores, aunque con uvas más concentradas y sanas.
En La Mancha, la denominación de origen ha reaccionado creando el Día Mundial del Airén, para poner en valor su variedad blanca autóctona y atraer turismo rural y gastronómico.
La crisis climática aprieta, pero la calidad se mantiene gracias a la tecnología y a un manejo más inteligente del viñedo.
Consumo en descenso, bodegas a la defensiva
En el frente del consumo, la situación preocupa. España bebe hoy la mitad de vino per cápita que hace tres décadas, según datos recogidos por La Región y Cinco Días.
Algunas grandes compañías ya han anunciado ajustes por la caída de ventas nacionales.
El vino compite con refrescos sin alcohol, kombuchas y cócteles de baja graduación. El reto es reconectar con un público que busca placer sin excesos.
El nuevo consumidor: conciencia, emoción y autenticidad
Los millennials y la generación Z no eligen el vino por su etiqueta o DO, sino por lo que representa.
Buscan historias reales, bodegas sostenibles y vinos que “se puedan contar”. El 78 % de los consumidores españoles estaría dispuesto a probar vinos sin alcohol, según la Universidad de León. La tendencia “beber menos, pero mejor” marca el camino.
Los valores que más pesan hoy: transparencia, sostenibilidad, baja intervención y origen local.
Innovación: inteligencia artificial y marketing emocional
La tecnología ya pisa los viñedos. La inteligencia artificial ayuda a prever enfermedades, ajustar riego y optimizar vendimias. En el enoturismo, los chatbots y las recomendaciones personalizadas mejoran la experiencia del visitante. La IA no sustituye la pasión, pero amplifica el conocimiento.
En comunicación, el sector apuesta por formatos más frescos: redes sociales, vídeo, colaboraciones con chefs y creadores de contenido. El vino se hace menos solemne y más conversacional.
Enoturismo: la gran palanca de futuro
El enoturismo se ha convertido en la mejor herramienta para fidelizar y emocionar.
Visitar una bodega ya no es recorrer depósitos: es dormir entre cepas, participar en la vendimia, cocinar con los vinos y compartir historias.
La Ruta del Vino Ribera del Duero ya es la segunda más visitada de España, con más de 381.000 visitantes al año. En Galicia, Rioja y Jerez, el fenómeno crece también entre turistas extranjeros.
Cada visita se traduce en ventas directas, promoción orgánica en redes y un valor emocional que ningún anuncio puede igualar.
La estrategia global: Vinexpo, el radar del sector
El grupo Vinexposium, organizador de Vinexpo, está marcando la agenda internacional del vino. Su evento Vinexpo Explorer impulsa un formato más cercano y experiencial: en lugar de ferias masivas, organiza viajes de inmersión en regiones vinícolas emergentes, conectando directamente bodegas pequeñas con compradores y periodistas especializados.
El objetivo: reinventar el negocio del vino a través de la experiencia y el conocimiento, no solo del volumen.
El mundo del vino no vive una crisis, sino una transición. Entre las sequías y la creatividad, el descenso de consumo y el auge del enoturismo, la copa sigue medio llena. El futuro pasa por entender que el vino ya no se vende solo por tradición, sino por propósito, emoción y conexión humana. Quizá ahí esté la clave para brindar por lo que viene.





