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 ♦♦La Inglesa, el alma líquida de Moriles

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Hay lugares donde el tiempo no pasa, se posa. Donde el vino no se hace, se espera. Y donde cada bota guarda un secreto contado a susurros. Así es La Inglesa, la histórica bodega de Moriles Alto (Córdoba), un rincón donde la paciencia, la herencia y la pasión por los vinos generosos se transforman en pura emoción líquida.

Una historia con acento andaluz (y nombre de fémina británica)

El origen del nombre La Inglesa se pierde entre anécdotas y romanticismo. Algunos cuentan que debe su nombre a una antigua propietaria británica que, fascinada por la luz de Moriles, decidió quedarse y dejar su huella. Otros dicen que fue un apodo cariñoso por la elegancia de sus vinos, “tan finos, tan educados… tan ingleses”.

Sea cual sea la versión, lo cierto es que el nombre quedó prendido para siempre, como una sonrisa con acento extranjero en plena campiña cordobesa. Pero más allá del nombre, La Inglesa es una historia de generaciones, de botas centenarias que custodian el alma de Moriles, de manos que no se rinden ante el paso del tiempo.

Donde el vino se convierte en historia

La bodega, dirigida hoy por la familia Doblas Alcalá, es un testimonio vivo del arte de la crianza estática y del respeto absoluto por la tradición. Sus botas, procedentes de lagares históricos como Las Manillas, Los Toledanos, El Bombo o Quinas, conservan vinos del siglo XIX. Sí, del XIX.

Vinos que respiran desde hace más de cien años, criados entre paredes que han visto pasar vendimias, silencios y amaneceres de albariza.

En 2024, La Inglesa decidió celebrar el quinto aniversario de su actual etapa de embotellado con una saca muy especial. Una colección exclusiva de apenas 100 botellas únicas (375 ml) por vino, todas single cask, seleccionadas directamente de las botas más emblemáticas de la bodega.

La consagración: 98 puntos Parker

En 2025, el crítico Luis Gutiérrez, responsable en España para The Wine Advocate (Robert Parker), otorgó a las Sacas Especiales de La Inglesa unas calificaciones históricas:

  • 98 puntosAmontillado Bota 12 “Colorao”
  • 97 puntosAmontillado Bota 9
  • 96 puntosPalo Cortado Viejísimo Bota 264
  • 95 puntosPedro Ximénez 1973 “Lagar de las Feas”

Cuatro vinos. Cuatro joyas. Cuatro maneras de entender el tiempo.

Estas puntuaciones no solo reconocen su extraordinaria calidad, sino también el valor de una filosofía: la de no ceder al ruido, ni a las modas, ni a la prisa. Porque el vino, en La Inglesa, se hace con alma.

Vinos con nombre propio

Cada saca cuenta una historia distinta:

  • Amontillado Bota 9, una joya centenaria que procede de las soleras más antiguas de Moriles Alto. Su aroma es pura historia, su sabor, una sinfonía seca y vibrante.
  • “Colorao” Bota 12, vino inclasificable, a veces amontillado, a veces palo cortado, que demuestra que cuando los vinos alcanzan la vejez, las categorías se tocan y sólo queda la grandeza.
  • Palo Cortado Viejísimo Bota 264, más de 90 años en reposo, sereno y profundo como una conversación al atardecer.
  • Pedro Ximénez 1973, nacido de la última pasera de Moriles, el último suspiro de una época. Dulce, elegante, con esa textura que parece miel y sal a la vez.

Estos vinos no se beben, se contemplan. No se entienden, se sienten.

Todo empieza en el suelo. La albariza hojaldrada de Moriles Alto, esa tierra blanca que brilla como un espejo al sol, da a los vinos de La Inglesa una personalidad única: frescura, fluidez, profundidad. Y una elegancia que sólo se consigue cuando el viñedo y el bodeguero dialogan en silencio durante generaciones.

El valor de lo que no necesita puntuaciones

Las altas calificaciones de Parker son motivo de orgullo, sin duda. Pero quienes conocen La Inglesa saben que el reconocimiento más valioso no viene en forma de número, sino de emoción.

Hay vinos que no se miden, se recuerdan. Que no buscan impacto, sino verdad. Y cuando un sorbo te hace cerrar los ojos y sonreír sin querer, no hace falta puntuación: eso ya es un 100 personal.

En un mundo que corre, La Inglesa camina despacio. Mientras otros buscan tendencia, aquí se busca esencia. Y eso es lo que la convierte en algo más que una bodega: en un testimonio del tiempo bien vivido.

Quizás por eso, cada botella de La Inglesa no es solo vino: es historia, es territorio, es arte. Y sobre todo, es cariño.

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