Siempre se ha dicho que el Merlot es el primo educado del Cabernet Sauvignon, ese que en las cenas familiares no levanta la voz, pero se bebe la botella entera. Nació, dicen, en Burdeos, con nombre de pájaro negro (merle), como si ya supiera que lo suyo no era el protagonismo sino el robar brillos ajenos con elegancia.
Durante décadas, el Merlot fue el actor secundario del vino francés: el que daba textura al tinto de los ricos y ternura al coupage de los poetas. Pero un día, cansado de tanta discreción, hizo las maletas, cruzó los Pirineos y se plantó en España con su maleta llena de taninos, su aire de “yo también puedo ser voluptuoso”, y esa mirada que dice: “no soy un Rioja, pero tampoco quiero serlo.”
La conquista del Merlot a la española
Y claro, España, que adopta uvas como quien adopta hijos pródigos, lo acogió con entusiasmo. En Somontano, el Merlot se puso gafas de sol, se modernizó y acabó en botellas con nombres de diseñador. Enate Merlot-Merlot y Sommos Colección Merlot, vinos que huelen a arquitectura moderna y a conversaciones sobre arte contemporáneo.
En Cataluña, se volvió un poco más sentimental, con Abadal 5 Merlot en Pla de Bages, donde las colinas parecen recitar poemas en voz baja y el vino tiene acento de sobremesa larga.
Más al norte, en Navarra, el Merlot se volvió serio y trabajador: Castillo Monjardín Merlot de Autor, vino que huele a disciplina y tardes largas en barrica, como un funcionario que decide escribir un soneto.
En Castilla-La Mancha, el Merlot dejó de soñar con Burdeos y se hizo casi quijotesco. Ahí está el Finca Antigua Merlot 2020, que combina sol manchego y frescura impensable. También está La Sabina Merlot de Pago Guijoso. Una finca espectacular entre Albacete y el límite de Ciudad Real, donde el Merlot se cría con ese carácter noble de los vinos de Pago Certificados, esos que, en España, se atreven a mirar a los franceses sin bajar la vista.
La Sabina es elegante, intenso, y tiene “alma de político culto y amante discreto”.
La lista del deseo
Si uno quisiera recorrer España copa en mano para entender al Merlot, debería probarlos todos:
- Enate Merlot-Merlot (Somontano) – sofisticado, preciso, de esos vinos que hablan en voz baja y convencen.
- Sommos Colección Merlot (Somontano) – elegante y moderno, como un arquitecto en vendimia.
- Abadal 5 Merlot (Pla de Bages) – sensual, mediterráneo y con discurso.
- Castillo Monjardín Merlot de Autor (Navarra) – serio, con vocación de clásico.
- Finca Antigua Merlot 2020 (La Mancha) – honesto, luminoso, con alma de trabajador.
- Verum Merlot Vendimia Seleccionada (Castilla-La Mancha) – ecológico y refinado, la versión “zen” del varietal.
- Vizcarra Merlot 2022 (Castilla y León) – joven, prometedor, un vino que podría recitar Bukowski y citar Borges.
- Pago Guijoso, Finca La Sabina Merlot (Albacete) – noble, sutil y con pedigrí de vino de Pago.
- Torres Atrium Merlot (Penedès) – accesible, sencillo, con sonrisa comercial y final amable.
- Finca La Capilla Merlot 2021 (Castilla y León) – silencioso, pero eficaz, como un verso bien medido.
Cómo elegir un buen Merlot
Un buen Merlot no necesita presentarse; basta con olerlo. Si huele a fruta madura, ciruela, vainilla y conversación lenta, ya has encontrado algo honesto.
No busques el Merlot del influencer ni el más caro del lineal: busca el que tenga altura, sombra y silencio. El Merlot es un vino de crepúsculo, no de farándula.
Y cuidado con los que se anuncian “100 % Merlot” pero saben a madera más que a uva. Como en el amor, decía Umbral, no todo lo que parece maduro lo está.
El Merlot no quiere que lo aplaudan, quiere que lo escuchen. No es el vino que se pide para impresionar, sino el que se abre cuando uno ya ha vivido un poco. En su elegancia silenciosa hay algo profundamente español: la melancolía discreta, el orgullo callado, la promesa de un segundo trago mejor que el primero.





