Hoy el calendario se viste de solemnidad barata: Día Internacional del Periodista. Un homenaje que parece regalo envenenado. Como si con una fecha bastara para tapar sueldos precarios, despidos en masa y el hecho de que un influencer cobre más que cualquier redacción. Julius Fučík nos mira desde la tumba y sonríe: “al menos me fusilaron de frente”.
Mientras tanto, en Estados Unidos aplauden el Pan de Nueces y Dátiles. Una especie de bizcocho vintage, más propio de monja de clausura que de TikTok foodie. Entre bombas y panes, la humanidad sigue demostrando que su dieta se balancea entre lo apocalíptico y lo ridículo.
Kyiv humea bajo drones rusos, el mayor ataque desde que a Putin se le ocurrió que invadir países era un hobby. Pero en México los jaguares rugen, subiendo un 30 % su población desde 2010. Entre misiles y bigotes, gana el felino. Y Europa, otra vez, juega a ver si las sanciones son de azúcar glas o de pólvora.
El 9 de septiembre se proclama “I Love Food Day” y Cena Televisiva. Maravilloso: entre el hambre en África y los realities de cocina, Occidente celebra la comida frente a la pantalla. El microondas, ese chef laureado del proletariado, recibe su medalla. Y la ciencia, menos ruidosa pero más seria, demuestra que las células madre tienen otro jefe oculto, un CEO genético que reescribe manuales. Más Silicon Valley que hematología.
El 10 de septiembre se bifurca: Día Mundial para la Prevención del Suicidio y Cena Televisiva. El contraste es tan obsceno que parece chiste de humor negro. Hablar de la muerte mientras comes puré congelado viendo Netflix. Kafka en versión microondas.
Afganistán tiembla, miles de muertos, ayuda bloqueada. Occidente suspira con gesto grave y cambia de canal. Pero en los bosques, las ardillas rojas sobreviven mejor al clima que nosotros a la factura de la luz. Una bellota vale más que un think tank.
El deporte pone música al desastre: Carlos Alcaraz gana el US Open. Sonrisa de barrio y copa de champán. España vuelve a gritar en Flushing Meadows mientras Zelensky se pregunta si aún quedan sanciones disponibles en el cajón. Sabalenka repite título y demuestra que, al menos en tenis, el patriarcado no manda.
El 12, batido de chocolate. La dieta se retira a llorar a la nevera. El 13, festival absoluto: Día Internacional del Chocolate, Día del Maní y “merendar pepinillos”. Lo que antes era abrir la nevera sin plan, ahora es efeméride mundial. En Francia, por si acaso, añaden un Steak au poivre para darle a la pimienta un sentido de Estado.
Y como guinda, los alemanes enamorados del Tartan Army tras la Eurocopa: han seguido a los escoceses a su tierra. Del Bundesbank al whisky sour en Highlands, todo muy bávaro y tartán. Scarlett Johansson besada en la alfombra roja como si Hollywood no hubiera inventado el marketing viral hace cien años. Y Australia lanza un anuncio turístico con Robert Irwin y Nigella Lawson, mezcla de koala de Pixar y cocina BBC. Que tiemble la ONU: el turismo australiano parece más serio que cualquier cumbre.
Arriba, SpaceX celebra su aterrizaje número 500. Ya ni lo contamos: lanzar cohetes es como sacar pan del horno. Aquí abajo, el calendario insiste en recordarnos que hay días para el chocolate y ninguno para pagar menos hipoteca.
Así funciona el mundo: drones y pepinillos, jaguares y batidos, periodistas sin sueldo y efemérides inútiles. Y yo, brindo. Brindo con batido de chocolate, mordisco de pepinillo y sarcasmo. Porque la vida no se entiende, pero con un poco de ironía se digiere.