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♦♦Bocamanga, el vermut que baila chotis y brinda por Madrid, cambia su imagen

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Si Madrid tuviera banda sonora líquida, sonaría a Bocamanga. Ese compás entre dulce y amargo que huele a barra de estaño, a verbena y a barraquita de feria. Un vermut que no necesita pasaporte, porque lleva el acento tatuado en la etiqueta.

Dicen que los madrileños nacemos donde nos da la gana, pero si alguna vez has pedido “otro vermucito” con las aceitunas mirando al sol, entonces ya eres de los nuestros.

Cambio de traje, mismo descaro

Después de más de dos años y medio de espera, Bocamanga se ha hecho un cambio de look de los que dan conversación. Nueva imagen, nuevo empaque, misma chulería.
Como cuando Lina Morgan se vestía de gala pero seguía siendo de La Latina.

Pero el cambio va mucho más allá del diseño. Es una revisión profunda de toda la marca, un paso adelante para mostrar lo que siempre ha sido: un vermut muy cercano a la restauración y la gastronomía.

Sergio Moreno, su Gerente y Fundador, lo resumió con esa mezcla de orgullo y guasa tan madrileña:“La calidad y la forma de elaboración sigue siendo la misma, pero con estas nuevas etiquetas queremos afianzar, aún más, nuestro compromiso con la gastronomía”.

Ese compromiso se refleja también en sus seis fórmulas de vermús diferentes. Pensadas como un guiño a la diversidad gastronómica española. Y, cómo no, como nexo entre generaciones. Igual que el vermut gusta a jóvenes y mayores, como los platos que compartimos de la cocina de siempre.

Doce botánicos y un compás de chotis

El Bocamanga Rojo Barrica es puro teatro, como una zarzuela de Bretón. Empieza suave, pero termina con aplausos. Doce botánicos, vino de Airén y Tempranillo, y un ratito en barrica de roble americano donde antes durmió un ron. Un vermut que baila despacio, pero deja huella.

El Enebro es más castizo. Serio al principio, elegante después. Podría ser un actor del cine en blanco y negro, o un José Sacristán en versión líquida: sobrio, fino y con oficio.

Y el Naranja es la verbena pura. El que se sabe todas las letras de Agustín Lara, el que levanta la tarde aunque sean las tres. Si lo mezclas con hielo y una rodaja, se te escapa un “¡Olé, Madrid!” sin darte cuenta.

Una presentación con alma de verbena

El pasado 9 de octubre, Pista Corta Bodegas celebró en Madrid el lanzamiento de esta nueva identidad. Fue una noche de zarzuela sin libreto, con carrilleras al Pedro Ximénez, croquetas de jamón, tortilla de patatas y brindis a coro, entre otras delicias.

Pero lo mejor fue la idea: maridar cada plato con un vermut diferente. Del aperitivo al postre, cada copa fue un capítulo del mismo guion. El matrimonio perfecto entre la gastronomía y el vermut.

Allí estaban los amigos de la casa, de profesión y vocación. Juan Pozuelo, Rebeca Hernández (Top Chef, Las Hernandas) y Mara Verdasco, la de La Bola, que defiende el cocido con la misma pasión con la que otros defienden un gol en el Bernabéu.

También asistieron Víctor Vacas (Director del Hotel URSO), el sumiller Jesús Flores (Premio Nacional de Gastronomía y fundador de la Asociación Española de Sumilleres), periodistas como María Zarzalejos, Pedro Carreño, Nacho Sandoval, y actores tan queridos como Sergio Pazos y Chiqui Fernández.

Y no es casualidad: Bocamanga tiene entre sus clientes a chefs de primer nivel como Martín Berasategui, Susi Díaz, Alberto Chicote o el propio Pozuelo. Porque si algo une a todos, es esa sensación de estar en casa con un vermut en la mano.

Un vermut con alma de zarzuela

Hay vermuts que quieren ser sofisticados. Y luego está Bocamanga, que prefiere ser verdad. Un trago que suena a organillo, sabe a bar de confianza, y se lleva con clase aunque lleve zapatillas.

Si Chamberí tuviera embajador, sería este vermut. Si Doña Concha Piquer viviera, lo brindaría antes de cantar “Ojos Verdes”. Y si Sabina lo probara, escribiría otra canción sobre las tres de la tarde y un vaso corto con hielo.

Cómo se toma un vermut que huele a Madrid

  • Rojo Barrica: con patatas bravas o callos con garbanzos, de los que quitan el habla.
  • Enebro: con boquerones y guitarra española de fondo.
  • Naranja: con croquetas, risas y esa amiga que siempre llega tarde.
  • Blanco: para el aperitivo elegante que se alarga hasta la cena.

Y si no hay plan, se improvisa. Porque el madrileño no necesita excusas, solo un vaso limpio y buena compañía.

Con su nueva imagen, Pista Corta Bodegas consolida Vermú Bocamanga como el vermut artesano referente en la gastronomía madrileña.
O dicho en lenguaje de taberna: lo han bordado.

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