Hay quien en la Noche de Todos los Santos prende velas y recuerda a los suyos. Y hay quien, con la excusa de Halloween, se disfraza de calabaza sexy y cena chucherías fluorescentes. Nosotros, como siempre, vamos a lo nuestro: la mesa. Porque el miedo entra mejor con un buen trago y un plato que dé conversación (o pesadillas).
Bloody Mary: de la reina sangrienta al brunch más chic
Primero fue leyenda de espejo: repite “Bloody Mary” y aparecerá un fantasma con cara de pocos amigos. Luego fue cóctel de barra: vodka, tomate, limón, Worcestershire. Fernand Petiot lo sirvió en París en los años 20 y después lo refinó en Nueva York. La reina María I se llevó parte de la culpa del nombre. Así que ya tenemos el primer susto de la noche: que tu copa tenga más historia que tu disfraz de zombie.
Comparativa rápida: es como ver The Crown con resaca. Dramático, ácido y siempre rojo.
Psicosis: el sándwich más incómodo de la historia
Antes de la ducha más famosa del cine, Norman Bates invita a Marion a “unos sándwiches y leche” entre pájaros disecados. Hitchcock nos enseñó que lo importante no era la receta, sino la tensión. El pan se convierte en plot twist y la leche, en pócima de pesadilla.
Si lo piensas, es como esa cena de cuñados: parece normal, pero sabes que algo va a acabar mal.
El exorcista: sopa verde que no estaba en el menú
El vómito de Regan no fue improvisación demoníaca. Era sopa de guisantes (Andersen’s, para más precisión) con añadidos poco glamourosos. Jason Miller, el padre Karras, no estaba avisado: su cara de asco es real.
Traducido a cena casera: como cuando pruebas la “crema detox” de un amigo vegano y sonríes por educación.
El resplandor: bourbon, Jack Daniel’s y un hotel con frío
Jack Nicholson pide “bourbon con hielo” en el Gold Room. ¿El detalle? La botella es Jack Daniel’s, técnicamente Tennessee whiskey. Kubrick haciendo sus propias travesuras.
Maridaje perfecto para Todos los Santos: copa en mano y ganas de gritar Here’s Johnny! cada vez que alguien abre la puerta.
Déjame salir: té hipnótico y cereales inquietantes
Missy golpeando la taza hasta mandar a Chris al hundimiento. Rose, mientras, come Froot Loops secos y bebe la leche aparte. Psicológicamente, más duro que el payaso de It.
Es la versión gourmet del “me gusta la pizza con piña”: divide familias y arruina relaciones.
Bitelchús: gambas asesinas y calipso
La cena más divertida del terror: música de Harry Belafonte, posesión colectiva y cóctel de gambas que te ataca la cara. Técnicos con guantes-gamba escondidos bajo la mesa. Tim Burton entendió antes que nadie que la comida también puede bailar.
Es la versión ochentera de la flashmob: nadie lo pidió, pero todos acabamos cantando.
Jóvenes ocultos: noodles que eran gusanos
David le dice a Michael: “son gusanos”. Y de repente, tu comida china ya no parece tan apetecible. El poder vampírico de convertir chow mein en pesadilla.
Reinterpretación: cuando ves el precio del menú en Madrid después de pedir tres cañas.
Hannibal Lecter: hígado con habas y un buen Chianti
La frase es ya cultura pop. En el libro mencionaba Amarone, en la peli quedó el Chianti. El maridaje más turbio de la historia.
Equivalencia foodie: como cuando alguien dice que el sushi va bien con Coca-Cola. Te da miedo, pero recuerdas la frase.
Twin Peaks: café maldito y tarta de cerezas
El agente Cooper convirtió el café en religión: “damn fine coffee”. Y la tarta de cerezas como sacramento del misterio. Sin cafeína, el asesino de Laura Palmer aún estaría sin resolver. Comida y bebida de películas de miedo
Si la serie fuese española, sería un carajillo y una tarta de Santiago.
Midsommar: flores, té de setas y caras largas
Banquetes preciosos, vajilla rústica, infusiones con sorpresa. El terror se viste de menú degustación en la campiña sueca. Lo estético nunca dio tanto miedo.
Es la versión macabra de cenar en un tres estrellas Michelin: belleza, silencio, y cuentas que duelen. Comida y bebida de películas de miedo
Scream: palomitas que explotan y llamadas que matan
Drew Barrymore, teléfono fijo, Jiffy Pop ardiendo. La escena que inauguró los 90 con gritos y maíz.
Comparativa generacional: ahora sería alguien en pijama, con palomitas de microondas y spam de WhatsApp. Igual de terrorífico.
El pastel de It: el postre que inventó internet
En las pelis de It no hay tartas. Pero los fans se pusieron a hornear “pasteles Pennywise” con glaseados que dan más miedo que el propio payaso. Una tendencia viral digna de Todos los Santos.
Es como pedir un cupcake en forma de calavera: entre el susto y el azúcar.
De Bloody Mary a tarta de cerezas, el cine de terror nos enseñó que la comida también da miedo. Y que beber un bourbon puede ser más inquietante que una ouija.
Así que este año, ya sea en velada de Todos los Santos o en fiesta de Halloween con disfraz de vampiro de Amazon, recuerda lo básico: marida bien los sustos con las copas. Y nunca, nunca, te fíes de un cóctel de gambas.




