La semana ha llegado maquillada de payaso antiguo: sonrisa pintada, lágrima real. Como esos cuadros que colgaban en los pasillos de las suegras, payasos tristes, que daban más miedo que el telediario. Y mira que el telediario viene cargado de Zumosol.
Rusia enseñando torpedos nucleares como quien presume de saxofón en la verbena. La OPEP+ jugando al “hoy no produzco, que me siento artística”. Mazón amagando con irse pero sin irse, como político que no encuentra la puerta del guardarropa. Y la ciencia diciendo que quizá podamos hacer quimio 20.000 veces más potente y, aun así, hay un señor en internet celebrando el Día Mundial del Scrapple, que es como desayunar una obra de derribo.
Vamos por orden, pero no rígido: al estilo de las efemérides locas que te gustan.
Tú decías que amabas a los payasos de la tele, y te entiendo. Eran gente que bailaba y cantaba en horario infantil, para que tú no tuvieras que hacerlo en la vida. Pero en 2025 el payaso ha mutado. Ahora se llama Kremlin y saca un torpedo Poseidón para que miremos, “¡su juguete!”, justo la misma semana en que la ONU recuerda el Día para prevenir la explotación del medio ambiente en la guerra y los conflictos armados. Una efeméride pacifista en medio de un número circense atómico. El mundo diciendo “no contaminaré los ríos en la guerra” y Rusia tocando el kazoo nuclear en el centro del escenario. Ese contraste es muy cuadro de payaso triste: la lágrima cae, pero el fondo es rojo chillón.
También tenemos esta semana el Día Mundial del Saxofón. Perfecto: el saxofón es el instrumento que suena cuando alguien liga, conspira o firma un acuerdo comercial que no quiere explicar. Justo lo que ha pasado con los grandes acuerdos de IA y nube de estos días: OpenAI con AWS; Microsoft con chequeras abiertas en Oriente y Oceanía. Todos tocando suave en un club privado donde no entra el proletariado digital. Jazz corporativo. Mientras tanto, los gobiernos europeos hacen como que escuchan y asienten al ritmo, pero en realidad están mirando si subió una décima la inflación española. El saxofón es eso: una melodía bonita para contarte que la factura de la luz no baja.
La ciencia ha sacado pecho con cosas serias, la quimio hiperpotente y la diabetes atacada en la “causa raíz”; así que el Día Internacional de la Física Médica llega con traje de domingo. La física médica es la gente que hace posible que te irradien sin dejarte como neón de bar de carretera. A la vez, la política española está irradiada de otra cosa: del caso Mazón, de la eterna contabilidad de Sareb, de que cada comunidad alarga el puente como si la gestión pública fuera una cama elástica. La diferencia es que la física médica mide las dosis; la política autonómica no.
En medio de todo cae el Día de la Solidaridad Intersexual. Es un día que nos recuerda que hay cuerpos que no caben en las casillas. Curioso que justo después venga el Día Mundial sin Wi-Fi: 24 horas sin la gran casilla de todas las casillas. Apaga el router y, de pronto, no hay odio, no hay trending topic, no hay gente opinando de Ucrania sin saber dónde está Pokrovsk. Solo quedas tú, tu café, y descubrir que la OPEP+ ha reducido producción pero no puedes tuitearlo. Eso sí sería solidaridad intersexual: que a todos nos falte el Wi-Fi al mismo tiempo y tengamos que hablar en la mesa, como en 1998.
El Día Internacional del Inventor lo celebran con patentes, nosotros lo celebramos con malabares económicos. Rusia “inventa” una escalada nuclear performativa. Los bancos centrales “inventan” que la inflación está controlada si no miras la cesta del súper. España “inventa” que la Sareb nos va a costar 16.500 millones pero que no es para ponerse así. Y mientras tanto, el verdadero inventor, el que arregla la cisterna con una cuerda y un boli, no sale en portada. Porque no ha montado una startup de drones.
“Poseidón postea poder para poner presión”. O “Mazón maneja malos modos mientras Madrid murmura”. Las noticias de la semana son trabalenguas: Ucrania-Ural-Urgen, petróleo-precio-pobreza, IA-infraestructura-inversores. Para eso está el Día Mundial del Trabalenguas: para reconocer que los comunicados oficiales los redacta alguien que odia las vocales.
Cuando llegue el Día del Abrazo en Familia propongo que los partidos españoles se junten en un salón de actos, se pongan nombre en la solapa , “soy el que dijo que no convocaba elecciones”, “soy el que dijo que sí”, y se den un abrazo incómodo, de esos que suenan a plástico. Porque la familia existe, pero está separada por los puentes escolares, por las dosis de política identitaria y por los presupuestos. Un abrazo en familia es, en realidad, lo que pide la economía.
La Semana Internacional de la Ciencia y la Paz , y los estadounidenses han puesto en el calendario unas joyas: Día Nacional del Dulce, del Capuchino, de Harvey Wallbanger y del Scrapple. Es decir: resolvamos la paz mundial, pero tráeme antes un café con espuma, un cóctel setentero y un desayuno de granjero de Pensilvania. Diplomacia calórica. Me parece bien: las guerras se paran más con azúcar que con tuits.
Mientras todo esto pasa, el deporte ha tenido su fin de semana de ópera deportiva. WTA Finals en Riad, LaLiga con goleadas, maratón de Nueva York, NFL dándolo todo. Si lo miras bien, todo suena a saxofón. Solo largo, notas altas, público que no entiende del todo pero aplaude.
España sigue abriendo el periódico como quien abre la nevera de madrugada. Ya lo dijimos la semana pasada, y sigue vigente: con miedo a que no haya nada, y al final encuentra un trozo de tarta de “Día Nacional del Dulce”, una noticia de guerra que dice “no destruyamos el medio ambiente, destruyamos solo la moral”, un ministro que no dimite, un payaso en un cuadro que te mira desde 1979 y un saxofón que suena desde Washington porque han firmado otro contrato de nube.
Es la misma coreografía de la semana pasada, pero con otro disfraz de Halloween que no se ha ido aún. La actualidad es eso. Un circo donde celebramos al mismo tiempo la física médica, la intersexualidad, la paz, el scrapple y el torpedo nuclear. Y todos aplaudimos. Porque, como con los payasos de la tele, lo importante no es el chiste. Es que alguien siga saliendo al escenario.





