¡Luces, cámara y corazón apachurrado! Dos grandes actrices nos han dicho adiós. Jill Jacobson y Marisa Paredes. Dos nombres, dos estilos, pero una pasión común: el arte de brillar en pantalla.
Aunque tengamos un nudo en la garganta, celebremos sus carreras. Porque ellas lo merecen y porque el arte nunca muere. Preparemos un maratón de cine y tele en su honor. Que se sienta el aplauso.
Jill Jacobson: Hollywood en vena
Jill Jacobson, la estadounidense que nos enamoró desde la pequeña y gran pantalla, nació para actuar. Con su sonrisa traviesa y mirada desafiante, se ganó papeles en series míticas como Falcon Crest y Star Trek: The Next Generation 2.0. ¿Quién no se acuerda de esos episodios llenos de drama, intriga y pelos cardados?
Fue una todoterreno. Desde la ciencia ficción hasta el misterio y el drama familiar. Apareció en series como Star Trek: Deep Space Nine, The Fix, Castle y Who’s the Boss? Siempre dejando una chispa de carisma. Si una serie necesitaba ese “algo especial”, ahí estaba ella. Con su talento, claro, pero también con una autenticidad que traspasaba la pantalla.
Marisa Paredes: Reina del cine español
Del otro lado del charco, teníamos a la incomparable Marisa Paredes. La “chica Almodóvar” por excelencia. Pero su legado va más allá de ese título. Nacida en Madrid, Marisa fue pura pasión, pura fuerza. En cada película, nos recordaba por qué el cine español tiene tanta garra.
Desde La flor de mi secreto hasta Tacones lejanos, fue musa y maestra. Pedro Almodóvar la adoraba y nosotros también. Nadie lloraba en pantalla como Marisa. Nadie miraba con tanto poder contenido. Era capaz de hacerte reír y llorar en una sola escena. ¡Tremenda!
Marisa también brilló en el teatro. Nunca dejó de lado las tablas. Porque el teatro es para valientes y ella lo era. Con una voz que podía calar hasta los huesos. Y unos gestos tan naturales como la vida misma.
Dos trayectorias, una pasión
Jill Jacobson y Marisa Paredes no podían ser más diferentes. Jill, la esencia del glamour televisivo americano. Marisa, el corazón del cine de autor español. Pero ambas compartían la misma misión: contarnos historias.
¡Y vaya si lo hicieron! Nos hicieron viajar a universos distintos. Desde los viñedos de Falcon Crest hasta los decorados psicodélicos de Nurse Sherry. Desde el Madrid de Tacones lejanos hasta las tragedias de Lorca sobre el escenario.
Dos estilos, dos mundos. Pero ambas nos dejaron esa sensación de “quiero ver más”. Porque una buena actriz te deja siempre con ganas de otra escena, otro diálogo, otra mirada.
El legado que queda
Claro, nos duele que se hayan ido. Pero ellas no se van del todo. Su trabajo queda para siempre. Las plataformas de streaming están que arden. Es el momento de revisitar sus mejores momentos.
Enciende la tele y ponte un clásico de Marisa. Todo sobre mi madre o La piel que habito. Llora, ríe y, sobre todo, disfruta. Luego cambia el canal y búscate un capítulo de Falcon Crest. O ¡una locura tipo Star Trek con Jill enfrentándose a alienígenas!
No hay mejor homenaje que ese. Que su talento siga iluminando nuestras pantallas. Porque, aunque se hayan ido, ellas nos han dejado algo muy valioso. Recuerdos, emociones y arte en estado puro.
Gracias, Jill. Gracias, Marisa. La función nunca termina cuando se trata de dos estrellas como vosotras.
Ahora, que suene la música de créditos y el último aplauso. Porque en el gran escenario de la vida, vosotras os lleváis el óscar a la eternidad.