Mientras las bodegas preparan la nueva añada, el resto del mundo se concentra en la elección presidencial de 2024. Esta contienda entre Donald Trump, expresidente, y Kamala Harris, actual vicepresidenta, promete cambios importantes para la industria del vino.
Cuando Trump fue presidente, su impacto en la industria del vino fue mixto. Por un lado, firmó leyes favorables, pero también impuso aranceles que afectaron la exportación e importación de vinos.
Trump impuso un arancel del 25% a vinos europeos. Esto incrementó los costos de importación, reduciendo las ganancias de importadores y minoristas. Aunque parezca que favoreció a los vinos locales, la realidad es más compleja. Las bodegas estadounidenses dependen de distribuidores que también trabajan con vinos importados. Cuando las ventas de estos caen, los distribuidores se ven afectados, reduciendo el acceso de las bodegas locales a los mercados internacionales.
Además, los países afectados por los aranceles de EE. UU. implementaron aranceles retaliatorios sobre el vino estadounidense. En 2019, las exportaciones de vino a la Unión Europea alcanzaron los 427 millones de $. En China, las ventas fueron de 39 millones de $ según datos publicados en Wine Industry Advisor. Los aranceles redujeron estas cifras, generando un exceso de vino en el mercado doméstico, lo que disminuyó los precios.
Si Trump vuelve a la Casa Blanca, ha prometido más aranceles para financiar sus políticas internas. Esto podría seguir afectando tanto la importación de vino como la exportación de vinos americanos.
En 2017, bajo la administración de Trump, se aprobó la Ley de Modernización y Reforma Fiscal de Bebidas Artesanales (CBMTRA). Esta ley recortó impuestos para las pequeñas y medianas bodegas, ayudando a mejorar sus márgenes de ganancia. Aunque esta reforma no fue una prioridad clave para la administración de Trump, se mantuvo activa durante su mandato.
En un segundo mandato, Trump podría continuar con políticas fiscales favorables para el sector del vino, aunque sus decisiones impredecibles podrían generar incertidumbre. Durante su primer mandato, casi no firma una extensión de la CBMTRA, lo que causó gran preocupación en la industria.
Trump también alivió algunas cargas regulatorias para la industria del vino. Por ejemplo, pausó la actualización de directrices dietéticas que podrían haber reducido el consumo de vino. También apoyó nuevas normas que permitieron a las bodegas vender vino en latas de 355 mL, lo que aumentó la flexibilidad en la producción y venta.
En un segundo mandato, podríamos ver más medidas pro-empresas en este ámbito, beneficiando a las bodegas que busquen innovación y flexibilidad en su modelo de negocio.
Kamala Harris, una conocida consumidora de vino de California, es menos predecible en cuanto a su impacto en la industria. Sin embargo, su experiencia como senadora y vicepresidenta ofrece algunas pistas.
La administración de Biden ha mantenido algunos de los aranceles iniciados por Trump, especialmente en productos chinos. Sin embargo, se eliminaron los aranceles sobre los vinos europeos, lo que benefició a los exportadores estadounidenses. Si Harris ganara la presidencia, es probable que continúe esta política de mantener algunos aranceles, aunque es incierto cómo responderá en futuros conflictos comerciales.
Harris fue coautora del CBMTRA en el Senado, lo que indica su apoyo a recortes fiscales para bodegas y pequeñas empresas. No se espera que haga cambios significativos en los impuestos al vino, pero su historial sugiere que será favorable a las reformas que beneficien a la industria.
Aquí es donde podríamos ver la mayor diferencia entre Harris y Trump. La administración de Biden emitió una orden ejecutiva en 2021 para analizar la competencia en la industria del alcohol. El informe del TTB (Oficina de Comercio e Impuestos sobre Alcohol y Tabaco) resaltó problemas como la consolidación de mayoristas y las barreras de entrada para nuevos productores. Aunque no se han tomado muchas acciones aún, una administración de Harris podría implementar regulaciones más favorables para pequeños productores.
Es posible que Harris también apoye cambios en las etiquetas nutricionales y de ingredientes para los vinos. Esto podría ser un tema delicado para las bodegas. Al aumentar la transparencia puede incrementar costos y complicar el proceso de comercialización.
Más allá de quién gane la presidencia, el Congreso será clave en la implementación de políticas que afecten al vino. Si el Congreso está alineado con la presidencia, ya sea bajo Trump o Harris, las políticas propuestas podrían aprobarse con mayor facilidad.
Trump, con su tendencia a reducir regulaciones y apoyar recortes fiscales, podría parecer más favorable para las bodegas en el corto plazo. Sin embargo, su postura sobre los aranceles podría perjudicar tanto a importadores como a exportadores.
Por otro lado, Harris, como proveniente de California, podría ser una aliada natural de la industria del vino. Aunque es difícil predecir cómo manejará cuestiones clave como los aranceles y las regulaciones, su apoyo a los pequeños productores y su enfoque en mejorar la competencia en la industria podrían traer beneficios a largo plazo.
Ambos candidatos tienen sus puntos a favor y en contra. La clave para la industria del vino será observar de cerca cómo cada uno se posiciona en relación a los temas relacionados con el sector.