Olvida los catavinos, el protocolo y el sumiller con corbata. Aquí venimos a beber bien, sin miedo y con ganas de brindar por todo: por la vida, por la resaca y por Pedro Pascal, si hace falta. España está llena de bares donde los vinos se sirven por copas, como quien te sirve un secreto: sin pretensiones, pero con magia. Y aquí van los 10 que hay que visitar, sí o sí.
La Caníbal (Madrid)
El bar que debería tener su propia serie en Filmin
Fermentados, vinos naturales, quesos que te hablan y gente que sabe lo que se hace. Si La Caníbal fuese una película, sería una mezcla de El Festín de Babette y La Comunidad de Álex de la Iglesia.
Qué beber: Ziries, de Bodegas Ziries. Alegre, salvaje y con ganas de juerga, como una verbena con banda sonora de Los Chichos en vinilo.
Angelita (Madrid)
Gran Vía por fuera, paraíso vinícola por dentro
Angelita es como ese personaje secundario que se roba la película. Entras por casualidad y sales con una historia de amor… con el vino y con sus platos.
Qué beber: El Bufón, de Bodegas Arrayán. Un albillo real, de Gredos, que hace mucho más que entretener. Y aquí vuela.
Bar Brutal (Barcelona)
Natural, biodinámico y con alma punkie
Esto no es un bar, es una revolución en copas. Bar Brutal es el sitio donde tu copa tiene más personalidad que tú. Aquí el vino se bebe con actitud, como si fueras en patinete por el Raval mientras suena Bad Gyal.
Qué beber: Partida Creus BB (Bobal). Salvaje, eléctrico, con más flow que Rosalía en sus inicios.
La Fisna (Madrid)
Lavapiés, vino y libertad
Si Lorca viviera en 2025, escribiría poesía en la barra de La Fisna con una copa en la mano. Más de 50 vinos por copas, precios decentes y ambiente de barrio con alma de club literario.
Qué beber: Correcaminos, de MicroBio Wines. Un verdejo que se ríe de los verdejos. Como si Breaking Bad pasara en Valladolid.
Coalla Gourmet (Madrid)
El paraíso vinícola de los que no van de modernos, pero lo son
En plena calle Serrano, este templo vinófilo es el The Crown de los bares: elegante, profundo y con mucho drama en cada botella. Puedes beber lo que compras, y eso es peligroso. O glorioso.
Qué beber: Luis A. Rodríguez Viña de Martín Escolma. Denso, atlántico, como una novela de Saramago con banda sonora de jazz.
La Vinya del Senyor (Barcelona)
Vistas a Santa María del Mar, alma de postal y copa de culto
Es como si Amélie se hiciera mayor, se mudara al Born y se volviera sumiller. Cada copa es un poema, y la terraza, un lugar para ver pasar la vida con clase.
Qué beber: J.M. Ferret Guash Ancestral Estiu 2024. Un espumosos con ese puntito salvaje de quien lleva tacones por adoquines sin perder el equilibrio.
Tiempos Líquidos (Burgos)
La revolución vinícola está en Castilla y lleva bufanda
Este local tiene nombre de distopía de ciencia ficción, pero dentro todo fluye: 25 vinos por copa, rotación constante y productores pequeños con historias grandes. Como Black Mirror, pero con jamón y alegría.
Qué beber: Goyo García Viadero Finca El Peruco. Ribera sin artificios. Crudo, elegante y con más capas que una cebolla existencialista.
Suricato Club (Málaga)
Torre del Mar también bebe como los dioses
Más de 250 referencias poco conocidas, catas que son planes de viernes y una carta para perderse. Aquí se viene a descubrir, a brindar y a dejarse llevar. Como si The White Lotus se rodara en la Axarquía.
Qué beber: Victoria Ordoñez Voladeros. Montaña, Pedro Ximenez seco con elegancia andaluza. Como una saeta en copa.
La Tavina (Logroño)
Tres plantas, mil vinos y un grito: ¡Rioja libre!
En pleno epicentro del tapeo riojano, La Tavina te sube a los cielos del vino. Tiene bar, restaurante, tienda y hasta escaleras que te llevan a lugares mentales donde todo está bien.
Qué beber: Jesús Madrazo Nº IV Rioja. Un coupage con flow. Como un spin-off de Velvet, pero con uvas.
Casa Montaña (Valencia)
El bar que te susurra al oído en valenciano clásico
Sí, este no estaba en la lista inicial. Pero como en todo buen disco, hay que poner una joya escondida. Casa Montaña es historia líquida. Desde 1836 sirviendo copas y callando bocas.
Qué beber: Neleman Robusta. Un bobal robusto, sabroso, con más historia que Cuéntame. Eso sí, menos drama.
Beber por copas no es beber menos. Es beber más variado, más divertido. Y si puede ser en una barra llena de desconocidos que acaban siendo cómplices, mejor. Y si no sabes por dónde empezar, empieza por La Caníbal. Y luego ya vemos.