¿Y si el vino llevara tacones? ¿Si la etiqueta fuese tan importante como el terroir? ¿Y si la próxima gran colaboración del verano no fuera un bolso con lista de espera, sino una botella con diseño de pasarela? Pues ya no es un “y si”. Ya es un brindis.
Este verano, Cameron Díaz, la actriz más orgánica de California, ha unido fuerzas con Stella McCartney, la diseñadora más vegana del Reino Unido, para lanzar una edición limitada de su rosado Avaline. Y no, no es solo una etiqueta bonita. Es un manifiesto líquido.
Hollywood, rosado y algo de los 2000
La botella se viste con estética dosmilera, según la propia Stella, que afirma que el diseño le recuerda “a los viejos tiempos con Cameron”. Pero esto no va solo de nostalgia con gloss y pantalón de tiro bajo. Va de vino ecológico, sin aditivos, y con conciencia sostenible.
Avaline se elabora en el sur de Francia, con uvas orgánicas, transparencia en ingredientes y un punto de frescor que marida con playlist de Lana del Rey y ensalada de sandía y feta.
Pero el secreto no está en la uva. Está en la unión de tres mujeres que comparten valores: Cameron, Stella y Katherine Power, cofundadora de Avaline. Naturaleza, diseño y amistad. Como un grupo de WhatsApp en el que solo se habla de vinos limpios, moda sin crueldad y veranos eternos.
Dom Pérignon lo hizo antes (y lo hizo en látex rosa)
Si esto te parece rompedor, espera: Dom Pérignon lleva décadas jugando a ser la diva del champán con estilista propio. Entre otros:
- En 2010, Marc Newson diseñó una caja en verde neón que parecía salida de Tron.
- En 2012, David Lynch convirtió la botella en una película de suspense visual.
- En 2021, llegó Lady Gaga, convertida en alien escultural con copa en mano. Champagne couture.
- Y en 2023, llegó el regreso majestuoso del tiempo: Dom Pérignon Plénitude 2 Vintage 1999, una joya lanzada con 18 años de crianza extra y una energía que solo tienen las grandes segundas oportunidades. No es un vino, es una reencarnación con burbujas.
- ¿Y el diseño? Para eso, Mathias Bengtsson, el escultor danés que mezcla biología, algoritmo y elegancia, creó una obra líquida y sólida a la vez: una reinterpretación de la energía del champán transformada en escultura. Como si Gaudí diseñara una cepa.
Dom Pérignon entendió antes que nadie que las burbujas no solo se beben: se veneran. Se elevan. Se visten.
Ruinart y el arte como silencio elegante
Mientras tanto, Ruinart, la maison más antigua de champán, optó por otro camino: el del arte contemporáneo silencioso, como si cada botella estuviera curada por el MoMA.
- India Mahdavi rediseñó el estuche como si fuera una joya.
- Liu Bolin se camufló con crayères y etiquetas.
- Jeppe Hein convirtió la experiencia en una instalación zen.
- Y cada año, un nuevo artista reinterpreta el ciclo de la vid sin ruido, sin Gagas, pero con mucha verdad.
Si Dom Pérignon es el grito fashion, Ruinart es el susurro que se cuela en todas las ferias de arte contemporáneo.
Mouton Rothschild: etiquetas con firma de museo
Y luego está Château Mouton Rothschild, que desde 1945 invita a los artistas más importantes del mundo a ilustrar cada cosecha.
- Picasso, Dalí, Chagall, Miró, Warhol, Jeff Koons, Ai Weiwei…
- Incluso Balthus, cuya etiqueta fue censurada en EE. UU.
- Cada botella es una obra de arte que se bebe… o se guarda como si fuera una edición limitada del Louvre.
Es la única bodega donde abrir una botella puede provocar ansiedad de coleccionista. Porque sí, el vino mejora con los años. Pero la etiqueta, a veces, vale más.
Penfolds, Yayoi Kusama y otras pasarelas vinícolas y no
- Veuve Clicquot se llenó de lunares con Yayoi Kusama.
- Taittinger lleva décadas lanzando colecciones ilustradas.
- Penfolds se alió con NIGO para que el vino australiano se vistiera de streetwear japonés.
Incluso se rumoreó que Johnnie Walker planeaba una edición firmada por Alexander McQueen. No se hizo, pero el concepto sigue vivo en el imaginario: la etiqueta también comunica.
En un mundo donde todo se estetiza, el café, la tostada, la meditación, el vino no iba a quedarse en chándal. Estas colaboraciones no son solo marketing: son símbolos de época. Brindis ilustrados. Copas que cuentan cosas.
Y si algún día Phoebe Philo diseña una edición de albariño con etiqueta tono piedra, sabrás que te lo avisamos aquí.
Porque beber bien es un arte.
Y si además va vestido por Stella, Gaga o Miró, pues mejor.