Quería hablar de Virginia Woolf, pero se me ha cruzado un croissant integral con hummus de trufa y ya no soy la misma. La señora Dalloway se fue de compras, sí, pero en este 2025 habría pedido un vermut artesano, un negroni clarificado y media ración de bravas. Porque Clarissa, que en su día deambulaba por Londres pensando en las flores, hoy se sentaría en Malasaña con una tote bag y un vino natural.
Y es que esta semana, damas y caballeros que aún leen, el mundo celebra a Woolf con un centenario de novela y se emborracha con un calendario que parece escrito por un influencer con síndrome de brunch.
El 13 de mayo es el Día Mundial del Cóctel, el Día del Hummus, el Día de la Tarta de Manzana, el Día del Cóctel de Frutas. Y, por si usted es de pan duro, también es el Día del Crouton. No es una broma. Es la agenda de la ONU después de una cata en una terraza de Chueca.
El hummus, esa papilla ilustrada de garbanzo que ha sustituido al paté en las neveras con Spotify, quiere su día. Y lo tiene. Porque si hay Día del Crouton, ¿quién se atreve a negarle nada a una legumbre?
Y mientras en Bornos se sirven cinco toneladas de caracoles, y en Güéjar se reparten morcillas como si fueran dogmas de fe, los amantes de la literatura nos encomendamos a Badajoz, donde la Feria del Libro aún resiste como un bar de barrio con librillos y sin QR.
En esa feria están Javier Sierra, que ve pirámides en las rotativas, y Paloma Sánchez-Garnica, que escribe como si la historia se pudiera vivir sin Google. Ambos firmarán, ambos sonreirán, pero ninguno hablará del hummus.
Yo sí. Porque en Alicante, la ciudad que este año es Capital Española de la Gastronomía, se ha celebrado el I Congreso Mujeres en Gastronomía. Mujeres que no necesitan permiso para añadir jengibre a la lubina. Mujeres que, como Woolf, reclaman habitación propia… y derecho a decidir si la guarnición lleva kale o no.
Y ahora volvamos a Clarissa Dalloway. A la que pasea por Londres pensando en sus fiestas, mientras nosotros pensamos en si llevarnos o no ese albariño que ha ganado un premio con etiqueta color cobre.
El 14 de mayo es el día de Virginia Woolf. Y también el día en que Sabina cumple 40 años con Princesa. Esa canción que arranca como novela de Woolf pero termina como after de carretera. “Eras tan moderna, que a tu lado el pasado era tan solo un país extranjero”. Lo escribió él, pero lo podría haber dicho también Orlando en plena transición de sexo y siglo.
Y el 15 de mayo, mientras en Madrid chotis y rosquillas, el mundo brinda con whisky. Día Internacional del Whisky. Aquí ya no hay ironía: es una religión. El de malta, el bourbon, el ahumado como un poema de Celaya con resaca. Todo vale, todo pega, todo se bebe.
Así vamos: entre Virginia y la morcilla, entre el hummus y la feria, entre el cóctel de frutas y la dignísima tarta de manzana, como si el mundo fuese un brunch sin fin y nosotros los figurantes de una novela de Woolf reescrita por Ferran Adrià.
Pero aquí no se salva nadie. Porque entre tanto homenaje, tanto trago y tanto centenario, seguimos igual que siempre: escribiendo columnas en busca de una habitación propia y un crouton crujiente.
Y eso, queridos míos, no es literatura. Es España. Y una buena sobremesa.