Hoy celebramos el Día Internacional del Champán. Esa bebida símbolo de elegancia y celebración, ha estado presente en momentos históricos, brindis de alegría y escenas icónicas del cine. Pero ¿qué sabemos realmente sobre su historia?
Detrás de cada botella de champán hay siglos de tradición, mujeres pioneras y anécdotas sorprendentes. Vamos a sumergirnos en este universo espumoso.
Dicen que el champán tiene sus raíces en la región de Champagne, al noreste de Francia, donde los monjes benedictinos cultivaban uvas para producir vino.
Y aquí entra en escena el famoso Dom Pérignon. Este monje benedictino del siglo XVII es conocido por haber “inventado” el champán, pero, en realidad, su aportación fue más técnica que mágica.
Dom Pérignon no se levantó un día y dijo: “¡Voy a crear burbujas!”. Más bien, se dedicó a mejorar la calidad del vino de Champagne, mezclando diferentes uvas para equilibrar el sabor y evitar que las botellas explotaran debido a la presión de las burbujas.
Sí, explosiones. Las bodegas de la época eran prácticamente campos de batalla de corchos volando y botellas estallando. ¡Ser bodeguero era una profesión de alto riesgo! Dom Pérignon ayudó a reducir esos accidentes y a producir un vino más claro y fresco, pero las burbujas ya se estaban haciendo, por accidente, desde mucho antes.
Sin embargo, lo que no muchos saben es que el primer champán, como lo conocemos, podría haber sido creado ¡en Inglaterra!
En el siglo XVII, los franceses enviaban sus vinos tranquilos (sin burbujas) en barricas a Inglaterra. Debido al frío clima de la región de Champagne, la fermentación del vino a menudo se detenía y se reiniciaba al llegar la primavera, justo cuando las barricas se embarcaban hacia el Reino Unido.
Una vez allí, los comerciantes ingleses añadían azúcar y embotellaban el vino, iniciando así una segunda fermentación que creaba las burbujas. ¿Se podría decir que los ingleses descubrieron accidentalmente el secreto de las burbujas, mientras que los franceses perfeccionaron el arte de hacerlas elegantes?; no se sabe.
Hablar de champán es hablar de un símbolo de prestigio y exclusividad. Y eso no es solo una percepción: “Champagne” es una de las marcas registradas más fuertes y protegidas del mundo. Las leyes de la Unión Europea y los tratados internacionales, han blindado el uso de este término para que solo los vinos producidos en la región de Champagne, Francia, puedan llevar ese nombre.
A lo largo de los años, muchas marcas han intentado apropiarse del término. Solo han conseguido enfrentarse a demandas. Perfumes, lociones, e incluso otros vinos espumosos, tuvieron que dejar de usar la palabra “champán” para describirse. La denominación está tan protegida que, hasta hoy, cualquier intento de usar la palabra fuera de su contexto legítimo se considera una infracción.
Mujeres del champán: Visionarias, valientes y astutas
La historia del champán no sería la misma sin la contribución de mujeres extraordinarias. Y cuando decimos extraordinarias, hablamos de pioneras que se enfrentaron a desafíos únicos con ingenio y tenacidad. Aquí hay tres nombres que merecen ser recordados:
Veuve Clicquot:
También conocida como “La Grande Dame de Champagne“. Barbe-Nicole Ponsardin, viuda de Clicquot, tomó las riendas de la bodega tras la muerte de su esposo en 1805. En una época en la que las mujeres no solían liderar negocios, ella revolucionó la industria. Inventó el “remuage”, una técnica para clarificar el champán, que hizo que la bebida fuera más brillante y atractiva.
Pero, además, fue una verdadera estratega del comercio. Durante las guerras napoleónicas, con los bloqueos que impedían el comercio hacia Rusia, ella ideó una triquiñuela: envió sus botellas en secreto por el Báltico, burlando a las autoridades y logrando que los aristócratas rusos tuvieran champán para brindar… ¡hasta en tiempos de guerra!
Esa maniobra no solo fue brillante, sino que le permitió posicionar su marca en uno de los mercados más importantes de la época.
Madame Pommery:
Otra viuda al mando, Louise Pommery, cambió las reglas del juego en 1874 cuando lanzó el primer champán “brut”. Hasta ese momento, los champanes eran bastante dulces, casi como un postre líquido. Sin embargo, Madame Pommery entendió que el público británico prefería algo menos empalagoso, y así nació el brut, que hoy es el estándar de la industria.
Lily Bollinger:
Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando muchas bodegas cerraron o fueron ocupadas, Lily Bollinger mantuvo la producción y se ganó la simpatía de todos con su famosa frase: “Bebo champán cuando estoy feliz y cuando estoy triste. A veces lo bebo cuando estoy sola. Cuando tengo compañía, lo considero obligatorio”. Simplemente genial.
Napoleón y el champán: Una historia de amor
La relación entre Napoleón Bonaparte y el champán es casi tan famosa como sus campañas militares. Según la leyenda, cada vez que Napoleón visitaba la región de Champagne, se detenía en la casa de Moët & Chandon para celebrar sus victorias… o consolarse por sus derrotas.
De hecho, se dice que fue él quien popularizó la frase: “En la victoria, te lo mereces. En la derrota, lo necesitas“. Parece que, para Napoleón, el champán era el mejor amigo tanto en las buenas como en las malas.
Además, el hombre tenía estilo. Fue durante sus campañas cuando surgió la costumbre del “sabrage”. Ya sabes, la técnica de abrir una botella de champán con una espada. Los soldados de Napoleón, tras una victoria, usaban sus sables para abrir botellas de forma espectacular, y así nació una tradición que perdura hasta hoy.
Champán y celebraciones: Un símbolo de lujo y extravagancia
¿Por qué el champán se ha convertido en el símbolo por excelencia de las celebraciones? Desde sus inicios, esta bebida siempre ha estado asociada con el lujo y la exclusividad. A finales del siglo XIX, las casas de champán supieron posicionar sus productos como un artículo de prestigio.
Cuando los monarcas europeos empezaron a usar champán para sus coronaciones y bodas, la imagen de lujo se consolidó. No es casualidad que se haya convertido en la bebida oficial de grandes eventos deportivos, desde la Fórmula 1 hasta los podios olímpicos. Y, por supuesto, no hay boda que no tenga al menos un brindis con champán.
El champán es mucho más que una bebida; es una celebración de la vida, de la historia y del esfuerzo humano. Desde los viñedos de Champagne hasta las manos de visionarias, como Veuve Clicquot y Madame Pommery, esta bebida ha sido testigo de momentos importantes y anécdotas memorables. Así que, la próxima vez que abras una botella, recuerda que estás saboreando siglos de historia y tradición.