Hay días en los que una copa no es solo una copa, es una declaración de intenciones. Una defensa personal. Un escudo emocional con hielo. Porque, seamos honestos, nadie bebe un whisky a palo seco para celebrar la declaración de Hacienda. Y quien se sirve un vermut sin razón aparente, probablemente esté procesando un audio de 7 minutos de su ex. Así que hoy no venimos a recomendar cócteles por sabores. No, no. Venimos a recomendar destilados con amor, con un poco de sorna y sin hacer apología del alcohol.
Para cuando todo te supera, pero finges ser funcional
Ginebra seca, como la Ginebra Dry Complvto, una madrileña de pro. Ya sabes, el hielo exacto y cara de que no pasa nada. Aparentas calma, pero interiormente eres una lavadora centrifugando problemas. Pide una ginebra con tónica elegante. Ponle pepino. O un pensamiento filosófico. O ambos. Sabe a orden, aunque tú estés en pleno colapso emocional con aspecto de productiva.
Versión sin alcohol: Ginebra sin alcohol, como la Taqueray 0,0. Funciona, si la sirves con una rodaja de limón y algo de negación.
Para cuando quieres hacer algo irresponsable, pero con estilo
Tequila. Bueno. Reposado, como Don Julio. Y sin limón ni sal. Porque ya no tienes 20 años. Quieres bailar, cometer errores controlados y hacer ghosting con clase. El tequila te da la chispa. Tú pones la decadencia.
Versión sin alcohol: Agua con tabasco y lima. El espíritu es el mismo. El arrepentimiento, menor. Pero si hablamos de sabor, es diferente.
Para cuando estás feliz y no entiendes por qué
Aguardiente gallego con un twist. Prueba con Aguardiente de Hierbas Lagar de Cervera. Esa alegría sin motivo es rara, pero bienvenida. Brinda por ella. Aunque probablemente se te pase en dos días. O dos horas. El aguardiente limpia el alma, sube el ánimo y te recuerda que todo es cíclico.
Versión sin alcohol: Kombucha de jengibre con gas y risa floja.
Para cuando quieres controlar todo y a todos
Vodka en copa ancha, sin concesiones. El Palma Vodka, un orgánico mallorquín, es para quienes quieren eficiencia. No quieres hablar. No quieres hielo que suene. Solo silencio y alcohol neutro con poder.
Versión sin alcohol: Agua helada en copa de balón. Eso sí, con actitud.
Para cuando necesitas sentirte desead@, aunque solo sea por el camarero
Negroni: amargo, equilibrado y sexy como tú (a ratos). Es rojo, fotogénico y peligroso. Como ese crush que no contesta, pero te hace sentir como si estuvieras en Milán con gafas de sol y cero preocupaciones.
Versión sin alcohol: Negroni sin alcohol (sí, existe, y está bueno si finges lo suficiente).
Para cuando todo es drama, pero lo quieres con glamour
Brandy de Jerez en copa de balón y sofá mullido. Solera Gran Reserva Selecto Decanter, de Fernando de Castilla, es ideal para ver Carta de una desconocida, por quinta vez. Para escribir notas de voz largas que nunca envías. Para oler recuerdos que solo existen en tu cabeza.
Versión sin alcohol: Zumo de uva + melancolía, en copa elegante.
Para cuando estás en modo supervivencia básica
Whisky con hielo. Dalmore 15 Years, ya sabes dos dedos de vaso. Tres excusas. No es día de florituras. Es día de aguantar. El whisky dice “estoy aquí, hago lo que puedo y no pienso disculparme por ello”.
Versión sin alcohol: Infusión de té negro, con humo mental y dignidad (en retroceso).
Para cuando te importa todo un carajo y solo quieres brindar
Espumoso. Francés, español o inventado. Dejémoslo en español, como Umbretum Reserva Familiar, de Bodegas Salado. Te ha dado igual todo, y eso es poder. Que no falten las burbujas, ni el gloss.
Versión sin alcohol: Zumo de manzana con gas. Pídelo con desprecio y quedará de escándalo.
Porque, francamente, nada dice “me respeto” como un cóctel sin culpa ni resaca.
Cada día es una coctelera. A veces agitada. A veces removida. A veces directamente volcada sobre el suelo del salón. Pero mientras puedas levantar una copa —con o sin alcohol— y brindar por sobrevivir con algo de humor, vas bien.