Jerez de la Frontera, una joya en el corazón de Andalucía, es un destino que despierta los sentidos. Sus calles empedradas, patios llenos de flores y la brisa salina del Atlántico crean un ambiente mágico. Pero lo que realmente hace brillar a esta ciudad es su tradición vinícola centenaria.
En este recorrido, nos adentraremos en las bodegas más emblemáticas de Jerez, donde los vinos se guardan en barricas centenarias.
Si pasas por allí:
Ve a Bodegas Tradición, un lugar donde el tiempo se toma un fino y se queda a charlar. El Fino Imperial, con su solera que data de 1876, es como ese abuelo que te guiña el ojo y te susurra: “Toma un sorbito, chaval, que la vida es corta y el vino largo”. Disfruta de su museo, y del Palo Cortado 1975. Una manera de ver el cielo en la tierra.
Cuando salgas, ve a comer a Mantúa, con dos Soles Repsol y una Estrella Michelin. Este restaurante atesora experiencia, sabiduría, tradición e innovación. El chef Israel Ramos, cumple el sueño de mostrar la gastronomía andaluza y la cultura enológica de la comarca en un mismo lugar. Puedes elegir uno de los dos menús degustación, que, acompañado de su carta de vinos generosos te va a hacer la persona más feliz del mundo.
Para dormir, el El Hotel de Tío Pepe, de González Byass. Al día siguiente visita su bodega. Allí, las botas de vino son como los Beatles: famosas en todo el mundo. El Tío Pepe es el George Harrison de los jereces, con su fino y su guitarra invisible. Pero en cuanto empieces a catar el resto de sus vinos, vas a acabar dando Palmas. La Calle de los Ciegos dentro de la bodega es un pasaje secreto hacia la felicidad. Y si te encuentras con un barril que te guiña un ojo, no te asustes, es solo el Espíritu de la Uva, o el de Lola Flores ¿quién sabe?.
De allí al Tabanco El Pasaje, ubicado en la pintoresca Plaza Francos. Aquí podrás beber generosos, mientras disfrutas de tapas tradicionales. Es el lugar perfecto para mezclarte con los lugareños y sumergirte en la autenticidad de Jerez. ¡Ah!, Y el espectáculo también te va a encantar.
Si decides visitar la Bodega El Maestro Sierra, sentirás como los vinos se hacen mayores y se gradúan con honores. Su Amontillado 1830 es único, exquisito, seco y sorprendente. Según ellos armoniza con el nacimiento de un hijo. Sus vinos son poesía embotellada, cada uno con su propia personalidad.
Si te decides por otro hotel, la Casa Palacio María Luisa es una buenísima opción. Está ubicado en una histórica casa palaciega de principios del siglo XIX, que, a lo largo de ese siglo y durante el siglo XX, fue hogar de importantes familias jerezanas y albergó el casino Jerezano, donde se daba cita la aristocracia y la alta sociedad de la ciudad.
Aquí te ofrecerán la visita, en el caso de que te apetezca, a Bodegas Valdespino. Aquí, los vinos son profundos, melódicos y llenos de pasión. El Inocente Fino es como un amanecer en la playa, fresco y lleno de promesas. Y si catas el amontillado Coliseo, te sentirás más fuerte y guapo que Russel Crowe en Gladiator.
Imagino que ya tengas algo de hambre; pues pásate por Albalá. Un concepto que fusiona lo tradicional con lo moderno. Aquí podrás tapear y beber de manera informal, pero cuidando los pequeños detalles.
No te olvides de pasar después por Bodegas Lustau, el lugar donde el vino se hace arte. Aquí, las copas son lienzos y los vinos, pinceles. Su Amontillado VORS, es como un Picasso a precio razonable. Es intenso, complejo y con un toque de cuero y regaliz.
Espero que estés disfrutando de esta ruta jerezana. Ahora te queda conocer el Restaurante La Cruz Blanca. Aquí, lo tradicional se mezcla con lo fresco y elegante. Podrás degustar platos típicos de Jerez, adaptados con un toque original. Si no quieres complicarte, pídete uno de sus menús; por 45 euros habrás comido para tres días.
Hay muchas más bodegas, tabancos y restaurantes que ver, pero en esta ocasión acabo con William & Humbert, una bodega con mucha historia. Aquí, el Oloroso 2003, saca junio 23, te contará historias que datan de 1877. Para mí, su oloroso Don Zoilo, es el mejor compañero para un aperitivo informal. Siempre va bien, y su precio no para de sorprenderme.
Así que, brindemos por todas estas bodegas, y otras que nos quedan, por sus vinos y por los momentos que nos hacen soñar despiertos.