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Los bares donde siempre vuelves

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Hay bares que son como una casa sin normas. Donde nadie te pregunta nada, pero todos saben quién eres. Donde no hace falta avisar, porque al llegar ya están todos. Y si no están, da igual. Te sientas, pides lo de siempre y, en menos de lo que canta un gallo, empieza la magia.

Uno de esos lugares es el Bar del Hotel Gijón, en Gijón. No hace falta WhatsApp para organizar quedada: tú vas, y ellos están. Es el sitio donde te reconocen por la cara, saben si quieres la tortilla poco cuajada y hasta te preguntan por tu madre. Cañas perfectas, trato insuperable y esa sensación de estar justo donde tenías que estar. Como si la barra tuviera un imán.

En Madrid, tenemos clásicos que no fallan. Como La Taberna de Antonio Sánchez, que parece un museo, pero con vino. Uno de esos lugares donde los camareros podrían estar en un cuadro de Goya, y tú también. Tapas de las de verdad, clientes de toda la vida y un ambiente que no se puede fingir. Las Hernándas, es nuestra nueva incorporación a la lista. Comida rica, rica, y un buen rollo que nunca falla. Y ya sabes, aunque vayas sólo, seguro que acabas haciendo amigos.

Barcelona también sabe de barras con alma. En Bodega Quimet & Quimet, en Gràcia, el vermut es el rey y la tortilla, la reina. Es pequeño, es bullicioso, es auténtico. No hay postureo: hay sabor y risas. Muy cerca, Bar Brutal eleva el listón con sus vinos naturales y su aire de peli francesa rodada con luz bonita. Si el vino hablara, diría “gracias por venir”.

Y si seguimos bajando, Sevilla te recibe con bares que son puro arte. Casa Morales tiene barriles gigantes, historia en cada rincón y camareros que dominan el noble arte de servir con gracia. ¿Y la Bodeguita Romero? Solo te diremos tres palabras: montadito de pringá. El resto es historia (y salsa que se te queda en la comisura).

Estos bares no tienen estrellas Michelin. Tienen otra cosa: calorcito de hogar, platos que abrazan y esa gente que hace que el bar sea mucho más que cuatro paredes. Son lugares a los que siempre vuelves.

Porque si algo hemos aprendido en mariacong.com, es que el mejor plan es ese que acaba con risas, servilletas arrugadas y la promesa de “mañana lo mismo, ¿no?”.

Y tú, ¿tienes ese bar que es tu casa? Cuéntanoslo. O mejor, llévanos.

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