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La dulce verdad, mieles que se beben, untan y curan resacas

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Dicen que la miel es el azúcar que se tomó su tiempo. No corre, no se disuelve enseguida, y quizá por eso ha sobrevivido a todos los dulces que vinieron después. La usaban los egipcios para embalsamar faraones, los griegos para endulzar el vino y los monjes medievales para curar heridas y silencios. Y ahora, entre el yogur del desayuno y el té de la tarde, vuelve a reclamar su trono: como alimento, remedio y placer. La miel no entiende de modas; lleva siglos poniéndole dulzura al mundo sin necesidad de hashtags.

Miel que se bebe: del banquete vikingo al brunch moderno

Antes del vino, antes de la cerveza y de todos los cócteles con nombres imposibles, hubo una bebida que lo empezó todo: el hidromiel. Agua, miel y levadura. Tan simple como brillante. Los vikingos lo bebían antes de embarcarse en sus aventuras y los griegos lo consideraban “néctar de los dioses”. Durante siglos cayó en el olvido, hasta que el nuevo boom artesanal lo rescató del baúl de los mitos. Hoy vuelve a servirse en bares y ferias gourmet, con etiquetas tan bellas como sus burbujas doradas.

En España hay versiones que merecen brindis: Valhalla Hidromiel (Asturias) es fresca, seca y sorprendentemente ligera; Rasmia (Zaragoza) tiene notas florales y un punto especiado, ideal para tardes de sofá y pelis nórdicas; y Odin Hidromiel (Barcelona) se atreve con mieles oscuras de brezo y castaño, casi como un postre líquido. Se toma fría, en copa o con hielo, y tiene algo de hechizo antiguo: el sabor de lo que vuelve sin pedir permiso.

Que se unta: el oro que no caduca

La miel es el único alimento natural que no caduca. Los arqueólogos han encontrado tarros intactos en tumbas egipcias, aún comestibles después de tres mil años. Eso no lo puede decir ni el turrón más longevo del supermercado. Su secreto está en la baja humedad y la alta acidez, que impiden el crecimiento de bacterias. En otras palabras: la miel se conserva porque no tiene prisa, y eso también debería enseñárnoslo a nosotros.

Cada variedad tiene un carácter distinto, casi como las personas. La miel de romero es suave, floral, y combina con yogures, quesos frescos o desayunos que empiezan con calma. La miel de castaño es oscura y con un punto amargo, perfecta con quesos curados o carnes asadas. La de eucalipto refresca y limpia, un alivio natural para gargantas cansadas. Y la de brezo, intensa y balsámica, es puro bosque en cucharita. Si además es Miel de la Alcarria, con Denominación de Origen, puedes sentirte como si desayunaras historia líquida.

Hay mieles que parecen perfumes. ArtMuria (Tarragona), por ejemplo, elabora mieles premium de naranjo, bosque o romero que se venden en tiendas gourmet de medio mundo. Y en Rancho Cortesano (Cádiz), un museo vivo de la apicultura, las abejas trabajan frente a los visitantes mientras su miel se embotella con mimo. Un gesto que demuestra que la dulzura también puede ser artesanía.

Miel que cura resacas: la ciencia de la dulzura

No es un mito: la miel ayuda al hígado a eliminar el alcohol más rápido. Su alto contenido en fructosa acelera la descomposición del etanol y, de paso, suaviza el mal cuerpo del día después. Así que sí, es posible curar una resaca con una tostada. Lo ideal: una rebanada sin gluten con miel y plátano para reponer potasio, o un yogur con miel y jengibre fresco para calmar el estómago. Si la noche fue legendaria, una cucharada directa también sirve, acompañada de silencio y gafas de sol.

Hay que reconocer que Cleopatra ya lo sabía. Sus famosos baños de leche y miel no eran solo capricho: eran terapia. Después de los banquetes y el vino egipcio, la reina necesitaba un reset cutáneo y emocional. Si lo hacía ella, podemos hacerlo nosotras.

Que embellece: el cosmético más antiguo del mundo

Mucho antes de los sérums coreanos y los filtros de TikTok, ya existía la miel como secreto de belleza. Hidrata, limpia, cicatriza y deja la piel suave sin gastar una fortuna. Basta mezclar una cucharada con yogur y unas gotas de limón: mascarilla lista, aroma celestial y resultado inmediato. También se usa en exfoliantes, champús naturales y bálsamos labiales. En resumen, es el único ingrediente de tu despensa que sirve tanto para el desayuno como para salvar tu cara después.

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