El vino español tiene muchas páginas escritas con tinta de roble, sudor de viñedo y algún que otro apellido centenario. Pero si uno se fija bien, descubre que buena parte de la revolución reciente lleva nombres femeninos. Mujeres que no han sido adorno ni excepción. Han sido motor, cambio de rumbo y, en muchos casos, la brújula que ha situado al vino español en el mapa internacional.
La primera en abrir camino fue Isabel Mijares. Formada en Burdeos con el mítico Émile Peynaud, se convirtió en la primera enóloga que dirigió una bodega en España. En la primera mujer en presidir un Consejo Regulador, el de Valdepeñas, en 1982. Fue consultora, divulgadora y pionera, en una época en la que las mujeres eran rarísimas en el sector. Su fallecimiento en 2024 recordó a todos que sin ella, la historia del vino español sería menos completa.
Décadas después, España logró colocar su bandera en la cima del conocimiento mundial gracias a Almudena Alberca. La primera española en obtener el título de Master of Wine (2018). Quien crea que es un simple diploma se equivoca. Hablamos del título más exigente y respetado del sector. Alberca, hoy también copresidenta regional de los Decanter World Wine Awards, encarna la excelencia técnica y la apertura internacional de nuestro vino.
El equilibrio entre clasicismo y modernidad tiene nombre en Rioja: María Vargas, enóloga de Marqués de Murrieta. Sus vinos han sido aplaudidos en medio mundo. En 2021 fue reconocida como Mejor Enóloga del Año en los Women in Wine & Spirits Awards. Bajo su batuta, Murrieta mantiene la elegancia histórica de la casa, pero con un pulso contemporáneo que conecta con nuevas generaciones.
La tradición también se defiende con uñas, dientes y decantadores. María José López de Heredia, cuarta generación al frente de R. López de Heredia Viña Tondonia, se ha convertido en la guardiana de un Rioja clásico que no cede ante las modas. En un mercado obsesionado con la inmediatez, ella demuestra que la paciencia, las crianzas largas y la coherencia estética siguen siendo revolucionarias.
El Mediterráneo lleva el sello de Sara Pérez, al frente de Mas Martinet y Venus La Universal. Su visión de mínima intervención, respeto absoluto al paisaje y búsqueda de equilibrio ha convertido al Priorat y Montsant en símbolos de autenticidad.
Más al norte, en Galicia, Laura Lorenzo fundó Daterra Viticultores. Apuesta por variedades autóctonas y viticultura heroica en Val do Bibei. Su estilo biodinámico ha conquistado a críticos internacionales y ha colocado a la Ribeira Sacra en el mapa mundial.
El Jerez de los últimos años también se cuenta en femenino. Paola Medina, en Williams & Humbert, ha impulsado una colección de jereces de añada en rama, que devuelven matices olvidados a la tradición de soleras. A su lado, Montse Molina, en Barbadillo, popularizó las sacas estacionales de Manzanilla en rama, acercando al gran público la frescura de la crianza biológica.
En el terreno empresarial, el apellido femenino también pesa. Cristina Forner, presidenta de Marqués de Cáceres, ha sido clave en la expansión internacional de la marca, hoy presente en más de 120 países. Con ella, Rioja se consolidó como una referencia global.
En Cataluña, Mireia Torres Maczassek une ciencia y vino desde Familia Torres. Dirige proyectos de innovación y de recuperación de variedades ancestrales. También la estrategia medioambiental Torres & Earth, pionera en lucha contra el cambio climático.
Y aquí aparecen dos nombres que completan el mosaico, cada una en su territorio. Begoña Jovellar, enóloga de Bodegas Jovellar. Una de las muy pocas enólogas españolas que firma un vino con su propio apellido. Algo común en Burdeos o Borgoña, pero casi inédito en España. Antes de incorporarse al proyecto familiar, trabajó durante más de dos décadas en Vega Sicilia (1997–2020). Aquí aprendió disciplina y precisión. Hoy, con ese bagaje y con su apellido en la etiqueta, Jovellar defiende vinos que reflejan viñedo, sostenibilidad y carácter propio, demostrando que lo pequeño también puede sonar grande en el mapa internacional.
Por su parte, Isabel Galindo, al frente de la enología de Las Moradas de San Martín (DO Vinos de Madrid), ha devuelto protagonismo a la garnacha centenaria de Gredos y a la albillo real, demostrando que la Comunidad de Madrid no solo tiene historia en política, sino también en copa. Sus vinos han situado la sierra madrileña en el radar internacional, con menciones en guías y premios que antes parecían reservados a Rioja o Ribera. Galindo no solo hace vinos: ha reescrito la narrativa de una zona olvidada.
A todo esto se suma la nueva comunicación. Amaya Cervera, fundadora de Spanish Wine Lover, ha conseguido que el vino español se cuente con rigor en dos idiomas. Su plataforma, premiada en 2023 con el Premio Nacional de Gastronomía a la Comunicación, es ya referencia mundial.
De Isabel Mijares a Isabel Galindo, de Almudena Alberca a Begoña Jovellar, de Sara Pérez a María Vargas, todas ellas son protagonistas de un cambio real. Han rescatado uvas del olvido, devuelto palabras como “añada” al Jerez, consolidado bodegas familiares en el mapa internacional y demostrado que el vino español es más rico, diverso y potente cuando se escribe con nombre de mujer.