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Inteligencia artificial y vino natural, ¿enemigos o amantes secretos?

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La cosa va así: estás en casa con tu copa de vino natural, ese que sabe a libertad, y tu móvil, que lo conoce todo de ti, te sugiere una botella que “armoniza con tu estado de ánimo, tu horóscopo y tu historial de compras”. Spoiler: acierta.

La pregunta es inevitable: ¿pueden llevarse bien el algoritmo y la levadura salvaje? ¿El big data y el sulfito cero? Pues sí, querid@, y lo están intentando. Aunque a veces parezcan una pareja de Tinder: mucho match, poca química… al principio.

Cuando HAL 9000 se puso a vendimiar

Lo llaman AIwine y no es una nueva rave underground, sino un proyecto español que ha conseguido crear un vino rosado con inteligencia artificial. La Universidad Europea Miguel de Cervantes y la Cooperativa de Cigales han cruzado datos de gustos humanos, fermentaciones y sueños húmedos de sommeliers para diseñar un vino que “te guste antes de probarlo”. Así de listos. Y de inquietantes.

¿Lo siguiente? Un ChatGPT que escupa recomendaciones de vinos según si estás viendo Succession o llorando con Call Me by Your Name.

El vino natural se revuelve en su ánfora

Mientras tanto, en el otro lado del viñedo, los defensores del vino natural sacan pecho, corcho y terruño. No a los pesticidas, no a las levaduras añadidas, no a las recomendaciones automáticas. Sí a los vinos que fermentan como dios manda: a oscuras, en silencio y con algo de riesgo emocional.

Pero, aunque no lo parezca, no son enemigos. La inteligencia artificial no quiere eliminar al vinatero de barba épica que pisa uvas con los pies. Solo quiere ayudarle a saber cuándo regar, cómo evitar plagas o si su tempranillo necesita terapia de pareja.

Amor en tiempos de algoritmos

La gran verdad es que, como en toda historia de amor improbable, lo que parecía imposible puede terminar en boda.

Ya hay IA que predice cosechas con un 97% de acierto. Que detecta enfermedades en la vid antes de que salgan en Google. Y que recomienda vinos catalanes según si te va más Shakira o María Callas, como vimos en el último Mobile World Congress.

Y ojo: eso también puede beneficiar al vino natural. Porque saber exactamente cuándo vendimiar o cómo ahorrar agua no quita romanticismo. Le pone contexto, como los pies de foto de Instagram.

Vino sin sulfito, recomendación con código

Piénsalo: si pides comida por Glovo, eliges series con sugerencias de Netflix y dejas que tu GPS te diga cómo llegar al bar… ¿por qué no dejar que una IA te sugiera el tinto que encaje con tu tarde de sol, queso de cabra y playlist de Sufjan Stevens?

Eso sí, que no te vendan humo. Los vinos recomendados por IA no están hechos por robots, sino por personas que han metido al robot en la bodega como quien mete al becario en Excel.

El vino natural y la inteligencia artificial no son enemigos. Son como Phoebe Bridgers y Thom Yorke: distintos, pero hipnóticos juntos.

Uno pone el alma. El otro, la precisión. Y si los combinas bien, lo que sale es una copa que respeta el campo, la uva y tus ganas de beber algo bueno, bonito y con sentido.

Así que dale una oportunidad al algoritmo. Total, si te equivocas, siempre puedes decir que fue culpa del bot. Y abrir otra botella.

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