Si James Bond pidiera un cóctel hoy, quizás cambiaría su famoso Martini por un mezcal artesanal con notas ahumadas. Porque sí, amigos, los destilados están cambiando y evolucionando a una velocidad de vértigo. Ahora no basta con un buen whisky escocés o un ron añejo. La tendencia dicta que hay que ser sostenible, innovador y, sobre todo, sorprendente. Así que, si quieres estar al día y no quedarte en la barra con cara de “¿qué me he perdido?”, aquí van las tendencias que lo están petando en el mundo de los destilados.
Mezcal y tequila: el alma de México conquista el mundo
Olvídate de los chupitos con sal y limón. El tequila y el mezcal están en otra liga. Ahora se saborean como un buen whisky, en copas especiales y con todo el respeto que merecen. Marcas como Ocho, Fortaleza o Del Maguey están elevando estos destilados a niveles de auténtica obra de arte. Beber un buen mezcal es como escuchar a Chavela Vargas en una noche de luna llena: pura poesía líquida.
Fat Washing: cuando el cóctel se pone mantecoso
No, no es una técnica de spa. El fat washing es la nueva locura de la mixología. Se trata de infusionar destilados con grasas para darles una textura sedosa y un sabor brutal. Piensa en un Old Fashioned con mantequilla tostada, o un vodka con notas de bacon. Sí, existe y es glorioso. Marcas como The Glenlivet han coqueteado con esta técnica en ediciones limitadas. Es como leer a Alex Michaelidis con un buen whisky en la mano: clásico, pero con un giro inesperado.
Destilados sostenibles: beber sin culpa
La sostenibilidad ha llegado a los destilados y ya no hay marcha atrás. Desde ginebras hechas con botánicos locales, hasta rones envejecidos con energía solar, el compromiso con el planeta es real. Empresas como Avallen (un calvados eco-friendly) o Flor de Caña (ron neutro en carbono) están liderando la revolución. Beber un destilado sostenible es como escuchar a Bob Dylan: conciencia y disfrute en perfecta armonía.
Ingredientes locales: el sabor de la tierra
Ya no vale con usar cualquier cosa en la destilería. Ahora todo tiene que tener sentido y conexión con el entorno. Ginebras que capturan la esencia del bosque, vodkas de patatas cultivadas a mano, whiskies que envejecen con la brisa del mar. Marcas como Nordés (con uva albariño) o Ginraw (con ingredientes mediterráneos) demuestran que el terroir no es solo cosa del vino. Es como leer Cien años de soledad y sentir el olor a guayaba en cada página.
Coctelería con historia: bebiendo el pasado
Los bartenders se han convertido en arqueólogos líquidos. Ahora rescatan recetas olvidadas y reinterpretan clásicos con un toque moderno. ¿Un cóctel con absenta e historia del siglo XIX? ¿Un ponche colonial con especias exóticas? Todo es posible. En locales como Paradiso (Barcelona) o Devil’s Cut (Madrid), cada trago es un viaje en el tiempo. Como ver una película de Tarantino: un festín de referencias y guiños culturales.